CAPÍTULO ONCE: ENFRENTANDO LA REALIDAD

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Estaba sumergida en una oscuridad absoluta, la pesadez que gobernaba su cuerpo le hacían imposible abrir sus párpados; sin embargo y a pesar de no tener capacidad sobre sus movimientos, podía escuchar un alboroto a su alrededor.

—¿Qué...me pasa? —se preguntaba— ¿¡Por qué no puedo moverme!?...¡Dios! ¿Acaso habré muerto? ¡No, Dios mío...no lo permitas! ¡Tengo que vivir! ¡Por mi bebé, tengo que vivir!


Mientras la rubia seguía sumergida en su escasa consciencia, no paraba de rogar al todopoderoso por una nueva oportunidad. Poco a poco sus párpados comenzaron a pesar menos, y el llamado de alguien a su lado se hacía cada vez más claro.

—Señorita...señorita... ¿me escucha? Por favor, trate de mantener la calma e intente abrir  despacio sus ojos.

Con pocas fuerzas en su cuerpo, la rubia intentó hablar. —Yo... ¿qué... me ...pasó?

—Tranquila señorita, está en buenas manos. Solo necesitamos que despierte por completo.

—¿Do... Dónde...estoy?

—Está en el hospital Saint Thomas, pero tranquila, usted ya está un poco mejor y afuera se encuentra su abuela esperando a que usted despierte.


Candice parpadeó tratando de enfocar de mejor manera a la persona que le hablaba. Por un instante pensó que el hombre a su lado era William y eso la puso muy nerviosa y en estado de alerta.    El monitor que tenía conectado a su cuerpo comenzó a titilar de manera ruidosa indicando que la muchacha se estaba alterando.

—¡Enfermera! ¡Enfermera! ¡Venga de inmediato! ¡La joven se está alterando! ¡Rápido!, no podemos dejar que nuevamente la presión se trepe por las nubes.

El doctor se apresuró en atender a la mujer con el mayor de los profesionalismos; sin embargo estaba el hecho de que la joven se alterase tan solo con verlo, y eso no era para nada bueno. Con los medicamentos adecuados, logró que la paciente se relajara y que volviese a dormir un poco más; sin embargo le preocupaba mucho su estado actual.

El galeno salió de la unidad de cuidados intermedios y buscó hablar con la anciana.

—Señora Stewart, venga por favor.

—¡Doctor! ¿Cómo se encuentra la muchacha? ¿Y el bebé?

—Ella está algo mejor, pero el bebé está en riesgo ...

—¡Por favor, doctor! ¡Ayude a esa niña! Ella no puede sufrir una pérdida más en su vida.

El galeno meditó las palabras de la anciana y algo confuso, preguntó

—Dígame algo, ¿que es la joven para usted? Le pregunto esto porque es imperioso que un familiar directo de la señorita esté aquí presente para que firme la documentación. ¿Dónde está su pareja?

—Escúcheme doctor, yo solo soy una amiga de ella,  pero haga de cuenta que de verdad soy su abuela.    Por el momento no  podemos contar  con el padre del niño, pues por lo poco que pude conversar con ella  sé que acababa de romper con esa relación, luego ocurrió lo del desmayo.  Doctor, en este momento ella está sola aquí en Londres, y si usted decide no dejar que yo me haga cargo de ella como si en realidad fuera su abuela , pues entonces  pondrá a esa muchacha a la deriva.

—Señora Stewart, es muy complicado firmar documentos sin que sea un pariente cercano. El estado de la joven y el de su bebé es sumamente delicado.

—Doctor, piense que el destino de esa muchacha está en sus manos.   Ella no tiene a nadie aquí en Londres, tan solo a mí.     Usted decide si son más importantes unos papeles o la vida de un paciente. Yo estoy dispuesta a hacerme cargo de la parte monetaria sin ningún reparo y si quiere, en este momento puedo firmar cualquier documento de responsabilidad.

AMOR PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora