15.Sabios consejos

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Con un último suspiro, Madison se adentró en la hamburguesería donde conoció a la suiza, miró el lugar en busca de una mesa libre, lo cierto era que la primera vez (y única) que lo había visto estaba completamente vacío y verlo a rebosar la sorprendió. Con todo, consiguió sentarse en una mesa que había al fondo. Se acomodó, esperando que la atendiera Blanda, ya que sabía que era la única camarera que allí había. Cogió la carta y la miró, al igual que hizo la primera vez, ahora ya no era la única clienta y quizás tendría tiempo suficiente para elegir las palabras adecuadas y disculparse ante su amiga. Unos 3 minutos después apareció un chico alto, moreno, de ojos grises, sus marcados músculos resaltaban incluso en la lejanía, cuando parecía simplemente una personita pequeña como un granito de arroz. El muchacho la observó en un vistazo y le mostró una amplia sonrisa.

—Buenas noches, ¿qué desea? —preguntó amablemente.

—Buenas noches, pues de momento... hmm... una Coca-Cola Cherry y una pizza margarita pequeña —respondió, sin siquiera haber pensado previamente en si en realidad quería cenar pizza o cualquier otra cosa. El joven asintió y se marchó con paso ligero hasta otra de las mesas para tomar nota. Madison suspiró y se preguntó si aquel joven era nuevo en el lugar, quizás sus tíos entendieran que a veces Blanda no podía trabajar, ya que debía estudiar. Pero, ¿dónde estaba?, había pasado prácticamente todo el día con Joseph y no había reparado en lo mucho que en todo el día había pensado en Blanda, era extraño que ambas tuviesen una conexión tan fuerte, hasta tal punto de echarse mutuamente de menos. Pero, sin duda, a la primera que deseaba contarle lo extrañamente feliz que se sentía cuando estaba con Joseph, pero que a su vez estaba hecha un lío, era a ella, estaba segura que cualquier cosa que dijera, cualquier consejo que le diera sería el acertado, y aún sabiéndolo, era demasiado cabezota como para llevarlo a cabo al cien por cien, o quizás tan sólo sentía miedo. Miedo a reconocer que la coraza que había intentado mantener se la habían roto con una facilidad increíble, que ahora se encontraba desprotegida y sentía miedo a sufrir nuevamente, miedo a pronunciar aquellas palabras que podrían significar el comienzo de algo maravilloso o por el contrario, un auténtico infierno del que caer poco a poco. Y de todas formas, tampoco sabía qué sentía en realidad, quería escuchar a su corazón, pero no podía, su cerebro le gritaba que no, que aquel maltrecho, dolorido y solitario corazón no entendía de razones y que por lo tanto aquello sólo le acarrearía una enorme montaña de problemas, y lo cierto era que su vida ya era lo bastante complicada como para complicarla aún más. En sus 21 años de vida no había logrado sanar las heridas de su infancia robada, de una niña que pedía a gritos todo lo que los demás tenían y que a ella le faltaba. Al crecer, había comprendido la situación, pero aún así, todo aquello le dolía, y al final, tan sólo seguía siendo una niña asustada que se había hecho una mujer, pero que era incapaz de encontrar la felicidad plena. Si por entonces no lo había conseguido, ¿cómo iba a conseguir sanar una herida tan reciente? Se sentía tan perdida, sin rumbo, navegando entre una odisea de emociones y sentimientos que le proporcionan felicidad instantánea... 

—Aquí tiene su bebida, en unos minutos estará lista la pizza  —El joven volvió a aparecer, con una bandeja de forma circular en la que se agrupaban largas copas de burbujeantes bebidas de diferentes colores. Le tendió un vaso lleno de Coca-Cola y la miró.

—Sí, claro, disculpa que no te prestase atención, creo que estaba un poco en el limbo o algo por el estilo... —se excusó, agitando la cabeza de un lado a otro como para dejar a un lado sus pensamientos. Había sido arrancada de su ensoñación violentamente y la había pillado desprevenida.

—No pasa nada, de verdad, no te disculpes. Lo dicho, vuelvo con la comida en unos minutos. —Tras aquello el muchacho volvió a perderse entre el gentío, dejándola nuevamente sola, ahogándose en sus pensamientos. Volvió en sí, observando otra vez a su alrededor, divisó a una figura borrosa, agudizó la vista y cayó en la cuenta de que aquella persona, por su forma de vestir y su corta melena no podía ser otro que no fuese Brandon. Trató de llamar su atención con señas,  pero en vano. Por lo que sacó su móvil y le mandó un mensaje en WhatsApp. Contestó casi al instante y al mirar en derredor, la vio. Caminó hasta donde estaba ella y se sentó en la mesa después de haberla saludado.

Mi destino eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora