Eran nada más y nada menos que las 7:oo de la mañana y Joseph ya estaba en pie, lo cierto era que se había quedado dormido muy temprano y al despertar había decidido darse una ducha relajante, una vez hubo terminado se vistió y se sentó en el sofá, con el mando ya en la mano. De repente pensó en Madison, en su Maddie, ahora era un pilar fundamental para mantenerlo fuerte y la quería tanto... Tanto que nunca antes lo habría hecho tener más claro, había soñado con ella, aparecía en todos y cada uno de sus sueños, en uno de ellos, aparecía con un bonito vestido blanco y unas enormes alas, aquello le pareció una señal de esas que a veces te manda el destino, y lo tenía claro; la amaba y hoy sería el día, el día en que le dijera que ya no podía vivir ni un minuto más sin ella, sin gritar a los cuatro vientos que era su novia. Ya no tendrían que esconderse, ni sentirse raros, ni nada de todo eso que él mismo estaba sintiendo, pero que era incapaz de reconocer que le estaba sucediendo, y suponía que a ella le pasaba exactamente lo mismo. Por el contrario, Blanda acababa de despertarse y se vistió a toda prisa para desayunar y macharse de la misma forma con la que se había vestido. Cuando ya se encontraba en la mesa desayunando, Maddie apareció, abriendo la puerta de su habitación y desperezándose de un estirón. Se acercó a ella con cara de sueño y bostezó, luego se pasó los muñones por ambos ojos y la miró, una vez estaba algo más espabilada.
—Buenos días... —dijo Madison, volviendo a bostezar— , ¿qué tal dormiste?
—Como todo un bebé, ¿y tú? —contestó, llevándose una tostada untada con mantequilla a la boca—
—Pues creo que a duras penas me percaté de haberme quedado dormida. De lo que sí estoy segura es que antes de que eso sucediera, estuve pensando en todo lo que hablamos anoche, en lo que me dijiste... Y aunque te parezca increíble, tomé una decisión tan pronto como abrí los ojos... —como sobre la mesa había tostadas de sobra y la botella de zumo se hallaba junto a sus cubiertos, se dispuso a prepararse el desayuno mientras hablaba—.
—¿Y bien? ¿Cuál es esa decisión? —la miró con curiosidad, mientras bebía un trago de su taza de café mocca—.
—Pues, creo que la situación en la que estamos Joseph y yo no ayuda, y quizás con el tiempo acabe siendo peor, así que de momento he decidido que a partir de hoy se acabó, que sólo seremos amigos, buenos amigos y ya está. Si con el tiempo, el roce, y todo eso, me siento segura de que le quiero, se lo diré, y asumiré su respuesta tanto si es negativa como si es positiva. —Dijo con diplomacia, bebiendo un largo trago de zumo de naranja.
—¿Estás segura al cien por cien que no se te hará difícil? Que sea un consejo no quiere decir que debas llevarlo a cabo y mucho menos a rajatabla, sólo era mi opinión personal —Blanda hizo una mueca de sorpresa, alzando una ceja mientras la observaba—.
—No lo sé, pero por muy duro que pueda llegar a ser, es la única forma que tengo de darme cuenta si realmente le quiero como algo más que un simple amigo. Está claro que el roce hace el cariño, y de eso ya ha habido, por lo que si siento más de lo que debería, echaré de menos todo eso, no sé si me explico muy bien... Y entonces, cuando lo sepa con certeza, llamaré a su puerta, a la hora que sea, llueva, truene o haga sol, y le confesaré que le amo. Si la cosa no sale bien, sólo yo tendré la culpa, y es algo con lo que me he concienciado.
—No sé Maddie, todo eso suena muy bien y de película, pero podría no ser tan bonito como lo pintas. Ahora crees que podrás aguantarlo, porque no sabes lo que es vivirlo, quizás cuando lleves un tiempo así te arrepientas de ésta decisión e incluso la maldigas, y lo que es peor, puedes echarlo todo a perder, y cuando digo todo es todo... —dijo, tragando saliva, ahora era ella la que se arrepentía de haberle dado aquel dichoso consejo, y si las cosas daban un giro de 180ºC se iba a sentir muy culpable. Estaba casi segura que ambos se querían, y aquello sólo empeoraría las cosas, como consecuencia Madison acabaría llorando y Joseph...bueno, seguiría siendo Joseph, pero no el chico enamorado que había tonteado con Maddie y se había mostrado cariñoso, sino el imbécil al que le daba todo igual y no le importaba nada más que disfrutar y vivir el momento, pensar en él y nada más, como cuando la había conocido. Blanda lo conocía demasiado bien como para saberlo, éso era lo que había hecho exactamente desde que descubrió que su ex lo engañaba. Joseph era de los que prefería encerrarse en su propio mundo y superarlo por sí solo, actuar de aquella forma era un disfraz, un disfraz que casi llevaba pegado a la carne y que sabía lucir muy bien. Y no necesitaba tres años de amistad para saber que Madison era sensible, extremadamente sensible, y que eso la destrozaría, mejor dicho, ambos se destrozarían—.
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Mi destino eras tú.
Genç KurguMadison es una chica normal y corriente de un pequeño pueblo de Rhode Island. Tras una serie de sucesos que transcurren en su vida, decide alejarse de su amada familia y de todo lo que Richmond le recuerda. La jóven emprende un viaje hasta un pueblo...