5.Secretos & Verdades

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El grupo de amigos había estado paseando por el centro del pueblo, habían llevado a la nueva integrante a un par de monumentos significativos del lugar. Habían conversado animadamente de muchas cosas, de muchos planes. Se acercaba el verano y todo en lo que pensaban era en dónde irían aquel año de vacaciones. Madison comentó que debía buscar trabajo cuando Blanda la alentó a acompañarles. Sedientos y algo cansados de caminar, pararon en una heladería donde se sentaron todos juntos; Blanda y Brandon se habían sentado juntos, Cedric, en medio de ambos, y, para su desgracia, Madison había caído al lado de Joseph. Miraron la carta con la variedad de helados, postres, bebidas y granizados que allí habían. Todos pidieron helado en tarrina, excepto Madison y Joseph; una pidió un batido de helado de Kinder, mientras que el otro había pedido la misma bebida que ella y un gofre.

—Vaya, tú eres como el primo gordo, pero que en realidad no engorda —comentó Brandon, sorprendido al ver todo lo que su primo había pedido—.

—Y.O.L.O —respondió Joseph—.

[Y.O.L.O ~> You Only Live Once ~> Sólo se vive una vez.]

—Espera, ¿sois primos? Vaya, eso sí que no me lo esperaba... —musitó Madison, perpleja, cualquiera diría que aquellos dos eran familia, mientras que uno era cariñoso, el otro era frío y actuaba con chulería, para colmo, se creía el ombligo del mundo—.

—¡Yuhu! ¡Sorpresa! —dijo el moreno barbudo, con cierta ironía—.

—Sí, bueno, aunque no lo creas, Joseph y yo somos primos. Él es de la parte noble de la familia —comentó Brandon—.

—Claro, que yo soy el primo guapo que se lleva a todas las nenas —bromeó, guiñándole el ojo a Maddie—.

—Ya, claro... —farfulló ella, virando los ojos. No se podía creer que fuese tan egocéntrico y estúpido—.

—Bueno, todos queremos conocerte un poco más, apuesto a que Blanda también quiere, cuéntanos de ti, ¿de dónde eres y por qué viniste aquí? Porque me imagino que eso de venir sola a un sitio que no conoces, y en el que no conoces a nadie debe ser por algún motivo de peso —preguntó Cedric, con cierta curiosidad por descubrir más acerca de aquella chica que había salido de la nada. Su amiga les había contado que no era de la zona y que no estaba únicamente de paso o eso creía ella, ésta le dió un codazo, pues tenía la corazonada de que fuera lo que fuera, debía ser lo suficientemente doloroso como para empezar de cero, y aquello, estaba segura, no era nada fácil. En ese mismo momento, Joseph interrumpió casi indignado—.

—¿Y por qué yo no sabía nada de eso? Que mal amigos sois, tss... —pronunció, cruzándose de brazos—.

—Pues yo os lo dije a todos, que Maddie no era de aquí, y que tampoco era una simple turista...o al menos eso creo. Eso te pasa por ser un despistado, querido —le reclamó Blanda, echándole una mirada que bien podía hacerle pedacitos allí mismo. Éste se acomodó en su silla y carraspeó. Ahora entendía por qué no la había visto antes, más que aquel día. Se sintió estúpido, ya que había sido el único que no se había enterado, y eso probablemente, en el fondo, molestase a Madison, pues a nadie le gusta que cotilleen de uno mismo, y menos en sus narices. La miró muy levemente, avergonzado, y se quedó en silencio. Mientras tanto, la invitada de honor observaba la escena callada, un tanto divertida. Para sorpresa de todos, ésta comenzó a hablar, respondiendo así a las preguntas del rubio tatuado—.

—Bueno, soy de Rhode Island... Dejé Richmond, mi pueblo, porque mi novio me dejó, sin motivo alguno. Un buen día me mandó un SMS y me dijo que se había acabado, que lo sentía. Cuando quise ir a buscarle, su familia dijo que se había marchado del pueblo, y de la ciudad, que tenían prohibido decirme dónde había ido. Y lo cierto es que no podía estar allí, cada sitio por el que paseaba, cada lugar que observaba, me recordaba a él. Estaba triste, sin ganas de nada. Así que decidí venirme aquí, lo escogí casi al azar, quería irme bien lejos y olvidar todo aquello, y pues... aquí estoy —se encogió de hombros, sorprendida al escucharse a sí misma, no creía que hubiera sido capaz de contarles a ellos, precisamente a ellos, que los acababa de conocer, sus problemas. Nunca había sido propensa a hablar demasiado de sus asuntos, ya que pensaba que así sólo molestaría a los demás, o les daría pena. Con aquello último, esbozó una leve sonrisa—.

Mi destino eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora