11. Domingo fatídico

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Joseph caminaba en dirección a su casa mientras trataba de calmar su respiración y a su vez, los feroces latidos de su corazón, que le martilleaban a toda prisa el pecho. Ni siquiera creía que fuera posible que la hubiese besado, dedujo que aquello ocurrió debido a su intenso deseo, sus ganas de demostrarle que él también podía hipnotizarla, y cómo no,  también era producto de su cólera enloquecida tras oírla decir aquello. Por su parte, Madison seguía en shock, había conseguido sentarse en un banco mientras miraba a la nada, ida, pensativa. Logró volver en sí un rato después, del bolso sacó un pequeño espejo, se miró los labios cómo para asegurarse de que había sucedido de verdad, se fijó en que el carmín de sus labios ya no estaba impecable, más bien, tenía parte de la barbilla y el labio superior manchados de un rojo carmín difuminado. Rápidamente sacó un paquete de clinex para limpiarse desesperadamente, no quería tener que explicar nada de aquello y mucho menos quería seguir dándole importancia, por lo que suspiró, se levantó y se dispuso a emprender su camino a casa.

En el estadio las cosas eran muy distintas, Blanda & Brandon estaban disfrutando de un partido la mar de entretenido, ajenos a lo que había ocurrido entre sus amigos. Era curioso, porque no animaban al mismo equipo, eran algo así como compañeros de afición, pero a la vez 'enemigos'. Blanda disfrutaba picando al melenudo cada vez que ganaba su equipo, y viceversa.

—Parece que hoy vamos a quedar en empate, ¿eh? —comentó Brandon sonriente a la vez que la abrazaba—.

—Aunque sea así, mi equipo es mil veces mejor que el tuyo, grandullón —ésta le revolvió el pelo y sonrió—.

—¡Eh, mi pelo! ¡Para, sabes que odio que me toquen el pelo! —se quejó—.

—Vale, vale, te dejo tranquilo, pelo pantene. ¿Crees que Maddie y Joseph consiguieron no acuchillarse después de irnos?  —dijo con una amplia sonrisa a la vez que negaba con la cabeza—.

—Creo que podemos respirar tranquilos, con nuestra conciencia limpia. Con un poco de suerte, hasta se despidieron civilizadamente —suspiró y rió al decir lo último—.

—Espero que así sea, para nada me esperaba que no fuesen capaz casi ni de verse. Me siento un poco mal, pobre Maddie y pobre él —se encogió de hombros, resoplando—.

—Bueno, concéntrate mejor en el partido, que en media hora se acaba. Mi equipo va a ganar, ya verás, ya verás —advirtió a la vez que la señalaba con una sonrisa. Éste la invitó a un perrito caliente, patatas y Coca-Cola—.

Joseph acababa de llegar a casa, nada más entrar, se quitó la chaqueta y la tiró al sofá, se encaminó al baño para tomar una ducha, en parte para despejarse. Cuando acabó y ya se había puesto el pijama, recogió la ropa que había tirado por el suelo, seguidamente se dispuso a cenar un buen plato de frutas, tras aquello, se fue a la cama. Madison estaba introduciendo la llave en la puerta de casa, ésta entró y se encaminó a su habitación, sacó su pijama y ropa interior limpia, la puso sobre la cama y fue hasta la cocina para tomarse un pequeño aperitivo ya que había decidido no cenar demasiado. Una vez había cenado, caminó hasta el baño para asearse, aunque decidió que necesitaba relajarse, por lo que llenó la bañera con una de sus bombas de aceite y se introdujo en ésta una vez estaba desnuda. Acomodó su cabeza, cerró los ojos y respiró tranquila. Pensaba en cosas aleatorias, en George, en su familia, y de nuevo, ante sus ojos aquel beso pasó como un flashback, ésta abrió los ojos bruscamente, respirando agitada. Se preguntaba por qué de nuevo lo había recordado, ése idiota se había atrevido a besarla, a ella, a esa a la que había humillado durante todo el día. ¡Vaya ironía! 

El partido hacía rato que había acabado y Blanda por fin había llegado a casa, Madison seguía en el baño, ésta acababa de salir de la bañera y se disponía a secarse.

Mi destino eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora