9.Fiesta de pijamas

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Los rayos de sol traspasaban los cristales de las ventanas, iluminando así la habitación de Joseph, éste se despertó, frotando sus puños a ambos lados de los ojos, se estiró y se preparó para darse una ducha rápida antes de ir a clase, por fin era viernes, aquella semana se le estaba haciendo extremadamente larga, quería que pasase rápido aunque por otra parte quería detener el tiempo, detenerlo para siempre, sólo así Madison no se marcharía del pueblo. Una vez estaba vestido y listo para salir, cogió su bandolera y se la echó al hombro, para después coger una manzana roja, la cual se comería por el camino. Deseaba que el día de mañana llegase, necesitaba desconectar y no veía mejor forma de hacerlo que con la suiza y su primo, los tres habían quedado esa mañana antes de entrar a sus repectivas clases, por lo que salió lo más pronto posible de su casa. En el camino pensó infinidad de cosas, pero en todas ellas había una chica, una chica que quizás se le escaparía como arena entre los dedos. Mientras tanto, Blanda y Brandon acababan de llegar a la zona pactada y esperaban a Joseph pacientemente, éste pronto apareció.

—¡Buenos días! ¿Habéis esperado mucho?

—No, en realidad no, llevamos poco aquí, ¿cómo estás tío? —Brandon saludó a su primo, chocándose la mano con la de éste para después estrecharla a la vez que le palmeaba la espalda, algo que era algo así como un abrazo de machotes—.

—¡Buenos días, tonto! —exclamó Blanda animada, esperando que ambos terminasen su saludo para saludar a éste con un cálido abrazo y un beso—.

—Buenas pequeña, ¿cómo estás?  —la saludó con una sonrisa, a la vez que la abrazaba con fuerza—.

—Bien... estoy bien —dijo, sonriendo con levedad—.

—Ése bien no suena demasiado bien... ¿Qué tal está Madison? —se apresuró a preguntar con curiosidad  y en parte con preocupación. Blanda se quedó en silencio tras haber escuchado a Joseph nombrarla, ésta suspiraba y miraba a Brandon como pidiéndole que hablase por ella—.

—Ella dice que está bien, pero Blanda la nota algo triste, ayer cuando llegó a casa comprobó sus sospechas, la escuchó hablar con alguien al teléfono, dijo que si no encontraba nada se marcharía de Roslyn, es por eso que ella no quiere hablar del tema, pero esperamos que Maddie no tenga que irse, todos estamos de acuerdo en que le hemos cogido mucho cariño —comentó Brandon, encogiéndose de hombros. En realidad Joseph ya sabía todo aquello, pero necesitaba escucharlo directamente. Era muy normal que todos la quisieran, Maddie era dulce, tierna como ella sola, era capaz de ablandar hasta a una piedra, para Joseph era de esas personas que se hacían de querer rápidamente, era divertida y además preciosa, no veía quién podía ser capaz de no quererla tan siquiera un poquito—.

—Y es normal, ¿quién no podría quererla? Es una chica estúpenda... —en aquel momento, sus amigos se miraron entre sí y luego lo observaron a él. Quería decir eso cómo uno de esos pensamientos internos que tiene uno, que en realidad no se quiere pronunciar, pero las palabras salieron por su boca casi sin darse cuenta. Éste carraspeó y cambió de tema—. En fin...¿entonces mañana a que hora nos vemos?

—Yo puedo a partir de las 11:00 u 11:30, antes no, soy una chica, debéis respetar eso, tengo que ponerme guapa para mis chicos —bromeó, aunque en realidad no decía aquello por ella, sino por su amiga, aunque ésta lo negara, era presumida como ella sola, por lo que si quedaban antes probablemente llegarían tarde—.

—¡Pues ahora me entero que eres presumida! Vaya, si que cambiáis de parecer, ¿eh? Luego dicen que los complicados somos nosotros —rió Joseph, aquel cambio repentino de su amiga le provocaba, cuanto menos un par de risas—.

—Hmm, y entonces...¿qué os parece a las 12:00? Así nos dará tiempo a todos a llegar, incluso a Blanda —Brandon miró a ambos, con una sonrisa de medio labio—.

Mi destino eras tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora