I need a boyfriend.
—¡Kiss me hard before you, summertime sadness! ¡I just wanted you to know, that ba...! —paré de arruinar la hermosa canción de Lana del Rey cuando escuché un par de lloriqueos afuera.
Acomodé rápidamente el último collar y me giré para sonreírle con emoción a los perritos que esperaban por mí al otro lado de la puerta. Me apresuré a abrirles y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba tirada en el suelo con varios perros encima.
—Sí, yo también me alegro de verlos, chicos —le acaricié la cabeza peludita a Freddie mientras Cus me lamía la otra mano, Santi estaba muy cómodo encima de mí y Princesa simplemente me miraba desde la esquina con sus grandes y expresivos ojos, se le notaba sedienta.
Los aparté con delicadeza y me levanté, comencé a llenar cantinas con su comida y agua, exactamente igual que todos los días.
Los cuatro eran perros de la calle que por alguna casualidad del destino fueron a parar a la puerta de mi tienda un sábado hacía ya varios meses. Amaba a los perros y mi alma se encogió al verlos tan sucios, delgados y tristes, así que decidí que los alimentaría. No podía quedármelos muy a mi pesar porque aún vivía con mis padres y mi papá era una persona más de gatos. En conclusión, desde ese día ellos venían aquí cada mañana, incluso los llevé a vacunar.
Ellos corrieron al ver que su comida ya estaba servida y sin perder tiempo comenzaron a devorarla. Los observé con una sonrisa en el rostro, ellos eran los mejores seres vivos de la tierra.
—¿Es esto siquiera una joyería? —oí a una voz chillona decir con crítica.
Fruncí el ceño y me volteé, una rubia esbelta miraba mi local con inconformidad a través de sus gafas.
—Buenos días, y sí, esto sí es una joyería —espeté. ¿Quién se creía esta?
—¿Es esto Golden Beauty? —volvió a preguntar con el mismo tonito que ya me estaba haciendo enojar.
No había dicho siquiera más de diez palabras y ya me estaba enfadando en serio. No se había molestado en entrar, estaba parada fuera apoyada en un solo pie y cruzada de brazos.
—Pues sí, lo dice afuera —señalé lo obvio.
—Ya —elevó una ceja, aún examinando el lugar con ojos juzgadores—, bueno, si Mary dice que es un buen lugar entonces lo es, ¿verdad, cariño?
Entonces fue que noté al chico que estaba detrás de ella, miraba su teléfono sin prestarle mucha atención—. Sí, seguro.
Estoy segura de que si le hubiera dicho que el cielo es rojo le hubiera respondido lo mismo.
Luego de su respuesta fue que la insoportable chica se dignó a entrar para mirar a mis cachorros con mala cara. Ellos obviamente la ignoraron concentrados en su comida y yo intenté hacerlo también, ya que mi padre —el verdadero dueño de la joyería— me mataría si supiera que por mis imprudencias perdimos a una posible clienta. Era cierto que los perritos no dan la mejor imagen, pero no tenía que darles esa mirada tan grosera.
Me coloqué detrás del mostrador a la vez que ella y el que supuse que era su novio se acercaban a este.
—Bueno, dígame en que la puedo ayudar.
—Vine a mandar a hacer un anillo para mi madre —su voz aún me irritaba.
—Vale, pues... —le pregunté acerca de las medidas, el diseño y otros aspectos a tener en cuenta.
Su novio estaba impaciente por irse, era evidente, suspiraba cada dos segundos y el aburrimiento en su expresión salía a relucir. Aunque esta cambió cuando Princesa, quien había terminado de comer, se acercó a él y sobó la cabecita contra su pantorrilla.
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Desastrosa Simulación
Romance«¿Serías mi novio falso en una boda?» La pregunta del millón, o más bien la pregunta absurda de Claire Davis. Al verse en apuros debido a una rivalidad familiar, Claire decidió hacerle dicha pregunta a un completo pero atractivo desconocido. Sin em...