Capítulo 26

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Karaoke

El panorama que me encontré al llegar a casa literalmente me arruinó aún más la mañana. Las gemelas Harrison estaban sentadas una a cada lado de J en el sofá demasiado pegadas mientras este veía concentrado a la nada.

¿Es que acaso ellas no sabían lo que era espacio personal?

Era cierto que yo estaba huyendo de J, no quería enfrentarle ni decirle la verdad sobre el rechazo, me daba mucha vergüenza. Pero eso no le daba el derecho a las aparecidas estas a estar aquí con mi prometido.

Falso.

Detalles sin importancia.

—¡Trajimos el desayuno! —anunció Corey alzando las bolsas que cargaba.

—¡Al fin! Creí que moriría de desnutrición —exageró Ricco corriendo hacia Corey para arrebatarle una de las bolsas y cuchichear lo qué había en ella—. Cuñadita, ¿no me compraste mis magdalenas? —preguntó decepcionado al no encontrar sus dulces favoritos.

Le sonreí, era un niño pequeño—. Están aquí.

Se acercó a mí para plantarme un gran beso en la mejilla, agarrar la bolsa que cargaba y coger sus dulces. Sentí una mirada acribillarme la nuca y giré la cabeza para ver a J mirándonos fijamente sin expresión alguna. Retiré la mirada con rapidez, me intimidaba.

¿Después de besarlo hasta dejarlo sin respiración y restregarte contra él cual sanguijuela, te intimida?

Pues sí.

—¿Entonces, cuñadito, que haremos hoy? —me fui junto con él a la barra.

—Llevo preguntando eso desde que llegué —me informó Macy, como si me importara.

—Ehh... estoy pensando —balbuceó este, la traducción era: estoy comiendo.

Suspiré—. Bueno, me avisan en lo que se deciden, voy a ir un rato a sentarme a la orilla de la playa.

Evitar a J era mi objetivo esa mañana. Y más en ese momento con aquellas lapas a su alrededor. Pasé de largo caminando rápido bajo su mirada insistente y no paré hasta llegar al caminito de pierdas. Suspiré, sabía que no podía obviar ese asunto por más que quisiera. J anoche se había mostrado interesado en saber, y honestamente ¿quién no? En la situación parecía estar involucrada la agresión sexual, pero en realidad no tenía nada que ver con ello. Era algo personal, sin embargo, y no quería compartirlo, porque como había mencionado anteriormente, me daba vergüenza. No quería que J cambiase su percepción de mí.

Con los pensamientos revueltos caminé a la orilla de la playa, y me senté sin importar el sol y las personas a mi alrededor. Pero mi momento a solas solo tardó unos minutos en acabar cuando algo aterrizó sobre mí seguido de unos gritos masculinos dándome un susto de muerte.

Me chequé, asustada, pero sonreí aliviada al ver un perrito muy parecido a Sparks en mi regazo—. Oh, hola, corazón. ¿Cómo te llamas?  

—¡Nikki, Nikki!

Un agitado muchacho llegó a mi lado gritando dicho nombre, enseguida noté que el nombre de la perrita sobre mí, porque comenzó a mover su cola de un lado a otro felizmente, traía tal expresión facial que podía jurar que sonreía.

Eres rara.

Lo sé, gracias.

—Disculpa —el chico tomó una bocanada de aire antes de hablar—. Es muy escurridiza. Nikki, no molestes a la señorita.

Nikki no le hizo ni el más mínimo caso, parecía estar perfectamente cómoda en mi regazo.

—Tranquilo —le resté importancia haciendo un gesto con la mano.

Desastrosa SimulaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora