Capítulo 40

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Alyssa.

—J, ¿aún no estás? —entré a la habitación encontrándome a mi novio con el torso descubierto y una toalla enroscada alrededor de su cintura.

Él me dedicó una mirada mientras se secaba el cabello con otra toalla. Me acerqué a él y se la quité de la mano para, con la parte seca, comenzar a secarle el rostro que traía mojado.

—Yo puedo hacer eso, ¿lo sabes, cierto?

—Lo sé —le dije con simpleza, pero seguí con mi labor.

Sequé su frente, su nariz, sus mejillas, todo bajo su mirada atenta. Joder, era tan guapo. Deseaba besarlo, llevaba una semana sin hacerlo, pero supuse que no era el mejor momento así que simplemente reprimí mis deseos y continué. Bajé el paño a su cuello y repetí la acción, lo mismo con sus hombros, e iba a continuar más abajo cuando sus labios se estrellaron repentinamente contra los míos.

Por la sorpresa dejé caer la toalla al suelo y tardé unos segundos en corresponder. No me había dado cuenta de cuanto realmente necesitaba ese beso hasta que sucedió. Sus labios se movían sobre los míos en una suave caricia, a pesar de haber pasado tiempo y estar bastante deseosos el beso fue lento y pausado, como disfrutando el uno del otro.

—Perdón por besarte tan de repente —dijo cuando nos separamos jadeantes—. Es solo que... lo necesitaba. Mucho.

La acaricié la mejilla—. Yo también lo necesitaba, J. Te he extrañado mucho. Y eso que solo ha sido una semana. Por favor, no te desaparezcas de nuevo.

Asintió.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —me atreví a preguntar.

Suspiró—. En una casa que tengo en las afueras de la ciudad, necesitaba estar solo y bueno, cerca de allí había un bar. Admito que no fue mi mejor idea.

Asentí, no preguntaría nada más. Le di un casto beso en los labios y me separé de él—. Termina de vestirte para que comas. Solo tenía sopa instantánea y algo de carne, así que si quieres podemos ir a comer a otro lugar luego.

—Eso está bien. Ya voy.

—Te lo dejé en el microondas. Voy a tomar una ducha en lo que comes. Después salimos.

Eso hicimos, me di una corta pero definitivamente relajante ducha mientras él comía en el salón. Me daba tanta paz saber que ya estaba conmigo de nuevo, en la última semana se me había hecho casi imposible pegar ojo, por lo que tenía unas horribles ojeras de mapache deprimido. Me las cubrí con maquillaje una vez que terminé de ducharme y de vestirme.

Salí de la habitación y caminé hacia la sala-cocina-comedor donde J ya había terminado de comer y había lavado los trastes.

—¿Tienes algo para la resaca? Aún me duele un poco la cabeza.

—Bueno, tengo Ginger Ale, cortesía de Ricco.

—Típico de él —negó ligeramente con la cabeza para acto seguido dirigirse al refrigerador.

—Ricco te ha extrañado mucho también, ¿sabes? Y estaba muy preocupado por más que intentaba fingir que no.

No dijo nada mientras sacaba una lata y la abría para darle un largo sorbo.

—Si quieres yo puedo conducir —sugerí cambiando el tema.

—No es necesario, el dolor no es tan fuerte, puedo conducir.

—¿A dónde... —me aclaré la garganta, un tanto incómoda por la pregunta—... a dónde quieres ir primero?

Miró la lata en su mano con atención durante unos segundos, pero luego levantó la vista para mirarme—. Creo que debo visitar a mi hermana primero.

Desastrosa SimulaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora