Capítulo 41

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"Deal"

Peter John

Deslicé distraídamente mi dedo por la espalda desnuda de Claire, quien aún dormía. Sus cabellos rubios le caían en el rostro protegiéndola de la intensa luz de mañana que se colaba en su habitación. Me había despertado hacía un rato y me había dedicado solo a admirarla sin que se pusiera de color escarlata de pies a cabeza, como solía hacer.

«Qué hubiera sido de mí estas semanas sin ella a mi lado» pensé.

Un mes había pasado desde que me había despedido apropiadamente de mi hermana. Bueno, no como tal despedido, porque había ido a visitarla dos veces más a lo largo del mes. Era una herida latente en mi corazón, y dolía, pero debía darle tiempo. Estuve muy concentrado en el trabajo con la banda para no pensar tanto en ello. Era un hecho que no había superado, y sabía que nunca lo haría. No obstante, me había dado cuenta de que tenía razones para sonreír, y la principal, era Claire.

Claire se removió, al parecer ya se estaba despertando. Se estiró con paciencia y volteó para encontrarse con mi mirada, frunció un poco el ceño pero a la vez esbozó una pequeña sonrisa.

—J, ¿cuánto tiempo llevas despierto?

—Un rato —confesé.

—Mhmm —emitió, volviéndose a estirar momentáneamente—. ¿Qué hora es?

—No tengo ni la más mínima idea.

—¿Has estado todo el rato viéndome dormir? —adivinó, encarnando una ceja en mi dirección.

—En efecto. He descubierto que es una actividad que disfruto bastante —admití.

—No tienes remedio.

Río para incorporarse en la cama, e hice lo mismo observándola. La sábana que hasta ese momento estaba cubriendo su cuerpo mientras dormía y luego se estiraba, cayó a su regazo mostrando la mitad de su cuerpo desnudo. Irremediablemente mi mirada se dirigió hacia esa zona, ella no se había dado cuenta, estaba muy ocupada rascando sus ojos.

—Y ahora lo disfruto incluso más —solté pareciendo estúpidamente embobado.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —se quitó los dedos de los ojos para verme confundida, segundos después bajó la mirada dándose cuenta de a que me refería. Tomó la sábana con rapidez y la alzó cubriéndose nuevamente, tuve que contener una protesta—. ¡J! ¡No me dijiste nada! —y ahí estaba el colorado en sus mejillas.

—¿Tenía que hacerlo? —me hice el inocente.

Aguanté las ganas de decirle que la noche anterior había visto eso y más, e incluso antes, pero no quería avergonzarla más. Aunque sí era gracioso jugar un poco con ella.

—¡Peter John! —chilló, claramente fingiendo estar indignada.

—¿Sí, amor?

—Eres un caso perdido —negó con la cabeza.

—Y tú eres preciosa —dejé en claro antes de acercarme a ella para besarla, y me correspondió, pero de un momento a otro me empujó un poco para separarse, no entendí cual fue la razón hasta que soltó:

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