Capítulo 5

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Wait, what?!

Finalmente, el día de la boda había llegado.

¿Por qué lo dices así si ni siquiera es tu boda?

El dramatismo a veces era necesario. Bueno, realmente no me encontraba para nada emocionada con la boda, solo quería restregarle en la cara a Julianne mi perfecto novio, falso, pero novio al fin y al cabo.

Nunca había sido muy fan a las bodas, para mí solamente era un contrato que te encadenaba a la otra persona de por vida. El matrimonio no formaba parte de mi definición de amor. Lo único que realmente me gustaba de estas era la comida.

Tragona.

A mucha honra.

La boda no sería en la iglesia, iba a ser en una casa de campo muy antigua y elegante que el prometido de mi prima reservó en las afueras de la ciudad.

En esos momentos en mi casa había un gran jaleo, ya que mi mamá y mi prima Britney —una de las tantas— corrían de un lado a otro preparándose. ¡El maquillaje! ¡Los vestidos! ¡Se me perdió un zapato! Todo tipo de gritos se escuchaban en la casa. Sophia, la novia, era la sobrina favorita de mi madre por lo cual ella sí que estaba rebosante de alegría.

Mi padre y yo en cambio, compartíamos estilo de vida. Estábamos ambos sentados en el sofá, con un jarrón de palomitas entre las piernas mientras intentábamos, recalco intentábamos, ver la televisión.

—¡Claire! ¡¿Pero qué haces así todavía?! ¡Tienes que prepararte! —exclamó mi madre, notando finalmente mi existencia.

—Aún quedan cinco horas para la boda, mamá —hablé, ignorando su mirada acusadora.

—¡No importa, Claire! ¡Debes prepararte, tardarás al menos dos horas en maquillarte!

—Créeme que no —le aseguré—, además si me maquillo ahora en una hora estaré como mapache recién bañado.

Mi progenitora suspiró pero decidió ignorarme deliberadamente y continuar con su ajetreo. En eso apareció Britney con el cabello lleno de rulos y una mascarilla en la cara de sabrá Dios de que, rodé los ojos, eran todas unas exageradas. Me agarró fuertemente del brazo:

—Vamos, Claire, que me tienes que ayudar a elegir vestido, levanta —no tuve más opción que levantarme, porque si seguía así me iba a quedar sin brazo derecho.

Subimos a mi habitación porque ella había dejado un bulto de vestidos para escoger regados en mi cama, ya que ella no vivía con nosotros. Vi el desorden y suspiré, me tomó un día entero ordenar mi cuarto, y ella me lo desordenó en cinco minutos. Si la mataba no había problema, o sea iría a la cárcel pero me quedaban unas seis primas más.

—A ver, ¿cuál vestido escogemos? El 'voy a quitarle el protagonismo a la novia' o el 'voy a ser considerada y la voy a dejar brillar pero sin perder el glamour'. O tal vez debería ponerme el de 'soy la puta ama' —fue diciendo mientras me enseñaba varios vestidos.

—Yo creo que el rojo está bien.

—¿Eso crees? —asentí, viendo cómo lo analizaba.

—Pero es que no sé, el azul tam... —dejé de escuchar su parloteo cuando mi teléfono vibró.

Mensaje entrante.

Desastrosa SimulaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora