Capítulo 31

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Ring.

—Buenos días, jovencitos —un señor con anteojos y atuendo refinado nos saludó del otro lado del mostrador.

Al día siguiente J me había llevado a una joyería llamada Unique para comprar el anillo paripé, como yo lo había llamado. El lugar literalmente brillaba, si los productos de mi padre eran caros no quería saber el precio de esos. Le insistí en no entrar y buscar un lugar más barato, pero él no cedió. Repitió que el dinero no sería un problema.

—Buenos días —saludamos al unísono.

Por mi parte yo me encontraba detallando el lugar, era precioso. Aunque siempre preferiría la joyería que me dio de comer toda mi vida, por supuesto.

—Oh, ¿eres Peter John, cierto? —el señor lo analizó con la mirada, mi novio solo asintió—. Mi hija está obsesionada con usted. Tiene fotos suyas pegadas por todo su cuarto. Estará loca al saber que lo vi.

J no se inmutó, pero yo miré al joyero con los ojos bien abiertos. ¿Sería J para su hija lo que era para mí Damon Salvatore?

—Bueno, en fin ¿Qué vinieron a buscar?

—Vinimos a comprar un anillo de compromiso —habló J.

—¿Pero ustedes no estaban comprometidos ya? Mi hija me dijo algo sobre ello. ¿No deberían tener anillo de compromiso desde hace tiempo? —elevó una ceja.

Pero qué señor más cotilla.

Y que lo digas.

—Es cierto —inventé, intentando sonar segura—. Pero me quedaba un poco grande, y me gustaba mucho así que no me lo quería quitar para arreglarlo. Lamentablemente en un descuido se me cayó y lo perdí.

La primera mentira que te sale bien en toda tu vida.

¿No se sabe la medida del dedo de su prometida? —con la misma expresión ceñuda miró a J.

Aish.

—Adelgacé un poco, y obviamente los dedos también lo hicieron —expliqué. Ese señor era más chismoso que Ricco.

—Bien —esta vez pareció conforme.

Se agachó para sacar una caja con cientos de anillos acomodados por color y tamaño. Los observé detenidamente:

—¿Cuál te gusta? —me preguntó mi novio colocándome una mano en la cintura.

—Un momento, cariño —lo seguí observando. Aunque era un anillo de compromiso falso, quería tener alguno que me gustara y que tuviera un precio decente, ya que él había insistido en pagarlo.

—Este es el que más les recomiendo —el vendedor señaló a un pequeño anillo de oro con un notable diamante brillando ante mis ojos—. Es el que usualmente le gusta más a todas, pero obviamente no todas se lo pueden permitir.

Muy refinado y todo pero era pésimo en marketing.

—Me gusta este —inesperadamente mi novio señaló a uno de los anillos, seguí su dedo con la mirada. Era igual de pequeño que el último, pero era de plata y la pierda era de color azul claro. Era bellísimo, ciertamente J tenía buen gusto.

—Una muy buena elección también —el señor se acomodó las gafas en el puente de la nariz—. Es...

—Un zafiro azul —lo interrumpí.

Lo reconocí al instante, era una de mis piedras preciosas favoritas desde la primera vez que mi padre me mostró algunas cuando era una niña. No sabía porqué no lo había visto antes, era sin duda la elección aceptada, pero el precio aún me daba en la espinita de la incomodidad.

Desastrosa SimulaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora