Para: Britt-Britty-Britt@gmail.com
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De: mamacibernetica@yahoo.es
Asunto: Virus mortalQué raro que en el telediario no hayan dicho nada de lo del metro de Nueva York. Desde luego, estos yanquis son de lo más discreto. Creo que Hanna se ha asustado por tus noticias, ya que, desde hace unos días, cada vez que saco el tema de ir preparando una lista con todas las cosas que tenemos que comprar, me da largas.
Es la primera vez que veo a tu hermana asustada por algo, aunque sea un virus mortal; espero que no esté incubando una depresión. En fin, voy a esperar unos días a ver si empieza a mostrar más entusiasmo.
Y tú, Brittany, ¿cómo va todo? ¿Tienes mucho trabajo? ¿Has abierto los correos de Sam? A lo mejor has coincidido con Donald Trump, ahora son vecinos. Acabo de verlo en el ¡Hola! con esa nueva mujer que tiene (otro clon recauchutado de las anteriores) y su peinado a lo Anasagasti. Hay cosas que nunca cambian...
En fin, si ves a alguien conocido, hazle fotos con el móvil y me las mandas.
Un beso,
Tu mamáPS: ¿Puedes mirar a cuánto está por ahí el Jasmin Noir de Bvlgari?
El correo electrónico de su mamá la dejó pensativa.
Conocía demasiado bien a su hermana para pensar, ni por un segundo, que un mísero virus podía atemorizarla.
Hanna era de las que, si algún día se encontrara cara a cara con el mismísimo demonio, lo más probable era que le soltara un: «¡Menudos tochos te ha puesto alguna diablesa, so pringado!» para después reírse en su cara.
En fin, tendría que estar atenta; con su hermana nunca se sabía por dónde iba a salir.
Decidió que contestaría a su mamá más tarde, sólo le quedaba media hora para volver al trabajo y quería pensar con tranquilidad en lo que había sentido en esas dos últimas semanas cuando se encontraba con la vecina del 6.º derecha.
Sabía que, si decía que le era indiferente, mentiría.
Cada vez que la veía, sus rodillas se veían afectadas por el efecto gelatina y se ponían a temblequear como posesas.
Era injusto, se dijo; ¿por qué no podía hacer lo que, sin duda, había hecho la morena y no dedicarle ni un pensamiento más a lo ocurrido?
Aquella noche que pasó entre sus brazos no se le iba de la cabeza; a veces, incluso, despertaba en mitad de la oscuridad, temblorosa de deseo, y daba mil vueltas hasta que lograba dormirse de nuevo.
Nunca pensó que echar una cañita al aire fuera a acabar con su paz mental.
Aunque, quizá, tan sólo era la falta de práctica; igual si lo hiciera más a menudo no estaría tan obsesionada con el asunto.
Era como cuando, estando casada con Sam, le daba por comer chocolate.
Empezaba por tomarse cuatro onzas y luego otras cuatro, lo cual le provocaba tales remordimientos de conciencia que al final se comía la tableta entera; total, para sentirte así de mal, más valía que fuera por algo que mereciera la pena.
Aunque no sabía a quién pretendía engañar.
Aquella noche ella había actuado de manera contraria a su forma de ser y no estaba orgullosa de ello.