—¡Hola, mamá!
Como de costumbre, Bree entró en su casa dando voces mientras Pongo se dirigía a toda velocidad hacia la cocina en busca de su bebedero.
Santana salió a recibir a su hija con un abrazo y un beso.
—¿Te lo has pasado bien? Pensé que te quedarías hasta el domingo en
casa de Tina.—Es que tengo muchos deberes, quería terminarlos.
Su mamá la miró con escepticismo, pero no se dio por aludida.
Había decidido que tenía que estar preparada para la Operación Atrapa al asesino del 4.º; el viernes siguiente era día quince y quería tenerlo todo listo.
Necesitaba hablar con Brittany para convencerla de que la dejara ir con ellas, y si no lo conseguía... bueno, entonces ya pensaría en un plan alternativo.
Con rapidez, cambió de tema para que su mamá no empezara a hacerle preguntas de difícil respuesta.
—¡Ah, se me olvidó decírtelo, mamá! Ayer te llamó la pesada esa, ya sabes, Elaine. Me imagino que quería salir a cenar o a algo...
—No la llames pesada, y te he dicho mil veces que hay que dar los recados—la regañó, al tiempo que recogía la pequeña maleta que su hija había dejado tirada de cualquier manera en mitad del recibidor.
—Lo siento, de verdad.
Pero, en realidad, no lo sentía lo más mínimo.
No tragaba a esa estirada que perseguía a su mamá sin descanso.
No es que ella fuera la típica niña mimada que tuviera celos de cualquier mujer que entrara en la vida de su progenitora. Daba por supuesto que, algún día, volvería a enamorarse y que se casaría de nuevo.
Lo que ocurría era que la conocía tan bien que sabía perfectamente que Elaine Galindo no sería capaz de hacerlo feliz.
A su mamá no le convenía tener a su lado a una redicha que sólo sabía hablar de trabajo y de lo mucho que valía; lo que necesitaba era una chica, dulce y alegre, que le hiciera disfrutar de la vida y tomársela menos en serio.
Bree observó los desgastados vaqueros que llevaba su mamá y la vieja camiseta y preguntó:
—¿No has quedado con nadie?
Santana llevaba todo el día tumbada en la cama, sin dejar de pensar en Brittany.
Ni siquiera había tenido ganas de salir a correr.
—No, no tengo ningún plan. ¿Quieres que vayamos al cine o a tomar algo por ahí?
—Prefiero quedarme. Si quieres puedo preparar unos tortellini, ¿te apetecen?
—Me parece perfecto.
Ya en la cocina, la médico dispuso los cubiertos, se sentó en uno de los altos taburetes de la isla central y charló con Bree mientras ella preparaba la pasta.
La niña le contó cómo le había ido la última semana en el colegio, aunque no mencionó en ningún momento que Ryder seguía yendo a buscarla todos los viernes en su moto.