Capitulo 22 - Último

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Durante el trayecto en ascensor hasta la 6.ª planta, Bree no había parado de bostezar, a pesar de ello, en cuanto entraron en su piso le preguntó a su mamá:

—¿Qué vas a hacer con Britt?

La pregunta de su hija la puso en guardia en el acto y respondió con fingida indiferencia:

—Bueno dejarla dormir, por supuesto.

—Vamos, mamá—replicó Bree, impaciente—Sé de sobra que estás loca por ella.

Al oírla, Santana notó un incómodo calor en el rostro, pero fue incapaz de negar aquella afirmación tan directa.

—Está claro que Brittany necesita tiempo para... pensar—respondió al fin con un ligero titubeo—Creo que lo mejor será no agobiarla.

—¡Ay! Pero ¿cómo pueden ser tan simples algunas personas?—se llevó ambas manos a las mejillas en un gesto cargado de desesperación—Tú le gustas, mamá. Créeme, he visto cómo te mira. Pero como le des mucho tiempo para pensárselo sé bien lo que va a pasar. Britt empezará a comerse el tarro sin parar; la cosa más insignificante se volverá superimportante a sus ojos; te meterá en el saco de las personas infieles en las que no se puede confiar y acabará convirtiéndose de verdad en una portera amargada. Sé lo que digo, mamá. Y tu también lo sabes. Somos mujeres...

Su mamá enarcó una ceja con escepticismo, y puntualizó:

—Está bien, yo casi una mujer y tu una mujer del todo. Y sabemos de sobra cómo funcionan nuestras mentes calenturientas y que no siguen en absoluto el camino, recto y aburrido. Ambas lo sabemos muy bien.

La vehemencia de su hija la cogió por sorpresa y notó cómo se le aceleraba el pulso.

—¿Tanto te gusta Brittany?—preguntó, nerviosa.

—Sí, mamá. Britt me gusta. Un montón.

—Había pensado...—de nuevo titubeó y emitió un ligero carraspeo—Sé que hace poco que la conozco, pero...—se detuvo, se apretó las cienes y, una vez más, notó ese desagradable calor en el rostro.

A pesar de todo, hizo un esfuerzo, aspiró con fuerza y lo soltó de golpe:

—Bree, estoy enamorada de Brittany. Voy a pedirle que se case conmigo. Así  de rápido...

Su hija le lanzó una mirada de superioridad.

—Pobre mamá, ¿te crees que a estas alturas no me había dado cuenta?

—Entonces... ¿no te importa?—un profundo alivio lo invadió y empezó a respirar casi con normalidad.

—Te lo estoy diciendo. Britt me cae fenomenal. Creo que es la mujer perfecta para ti; además, se ríen todas las gracias la una a la otra. No es una pesada como esa motivada de la vida que te persigue sin tregua y que está empeñada en hacerse amiga mía a toda costa. Britt ya es mi amiga, pero la pobre ha sufrido mucho. Si quieres que acepte casarse contigo sigue mi consejo, mamá: ¡Ataca! ¡Es ahora o nunca!

Emocionada, Santana miró los grandes ojos castaños de su hija antes de rodearla con los brazos y estrecharla con fuerza contra su pecho, al tiempo que hundía el rostro en los cabellos oscuros.

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