—¡Venga, dejen hablar a la niña de una vez!
La voz de Emily se impuso sobre el cotorreo alborotado que imperaba en el minúsculo salón de la portería.
A pesar de que no era jueves, estaban reunidas las habituales y las nuevas adquisiciones: Quinn y Hanna.
Por fortuna, Brittany había sido lo suficientemente previsora como para ir a hacer la compra a la hora de la comida, y la vieja nevera volvía a estar llena de cervezas y Coca-Colas.
Cada una con una bebida en la mano y ocupando sus sitios de costumbre —la señorita Sylvester, Brittany y Quinn, apretadas sobre el sofá; Emily y Bree, en sus pufs, y Hanna, sentada en el suelo en la postura del loto—, estaban preparados para escuchar la odisea de Bree.
—¡Ha sido increíble! ¡No se lo pueden imaginar!—los grandes ojos castaños relucían de excitación y gesticulaba tanto con las manos que el contenido de la botella estuvo a punto de derramarse varias veces.
—Es guapo el chaval, ¿eh?—Hanna le guiñó un ojo y Emily, fastidiada, hundió los puños aún más en los amplios bolsillos de su pantalón de rayas.
A pesar de que las dos se habían dirigido un frío saludo al llegar, Emily no podía evitar que sus ojos marrones se deslizaran, acariciadores, sobre su figura menuda en cuanto la rubia mas baja no miraba
—¡Es un dios!
—Venga, Bree, cuéntalo desde el principio—la animó Brittany.
La niña cruzó las piernas sobre el puf y se dispuso a relatarles una de las mañanas más gloriosas de su vida.
—El día no empezó bien, ya se lo pueden imaginar. Jake y Mamenmelá iban a todas partes agarraditos de la mano y, cada vez que yo pasaba cerca de ellos, empezaban a toquetearse y a reírse. Me pareció que más gente se reía a mis espaldas, pero yo iba con la cabeza bien alta como si la cosa no fuera conmigo.
—¡Ésa es mi niña!—la jaleó Emily.
—¡Igualita que la escena segunda de Su flor mancillada!—las largas pestañas de Sue Sylvester se agitaron, emocionadas.
—¡Bree, Bree, Bree!—los gritos de Quinn y Hanna resonaron en la portería hasta que Brittany las obligó a bajar el volumen, al tiempo que le dirigía a la adolescente una sonrisa de orgullo.
Ella se la devolvió, conmovida.
Le gustaban mucho sus nuevas amigas; con Emily se partía de risa; la señorita Sylvester, Quinn y Hanna eran un encanto, pero su relación con Brittany era más profunda y, desde el día en que descubrió lo de Jake y lloró sobre su hombro, sentía que entre ellas se había establecido un vínculo especial.
—En fin, fue un día miserable que lo flipas, pero el fin de fiesta lo compensó todo. Elena había tratado de acercarse a mí varias veces para pedirme disculpas, pero pasé de ella ampliamente. No renta tener una amiga que no sabes cuándo te la va a clavar en el Tuenti, ¿no creen?
Hasta la ex vedette, que no tenía la menor idea de lo que hablaba, asintió con la cabeza, Bree continuo:
—Según caminaba por el patio hacia la salida no hacía más que ver corrillos de niñas hablando muy nerviosas, hasta que se me acercó Tina, histérica perdida, y me dijo que tenía que ver aquello. No quería ni pensar que «aquello» fuera una sorpresa del estilo de la que me llevé en los recreativos, pero seguí adelante, diciéndome que «aquello» no podía ser peor...
Bree hizo una pausa y miró a su alrededor.
Satisfecha, observó que todo el mundo estaba pendiente de sus labios. Hasta Emily había conseguido despegar la mirada de Hanna durante unos segundos y sus cálidos ojos.