-2-

11 6 10
                                    

Soy excelente para este tipo de cosas, así que me bastó volver a darle una vuelta al barco para calcular específicamente en qué sitio necesitaba hacer mi salto estrella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Soy excelente para este tipo de cosas, así que me bastó volver a darle una vuelta al barco para calcular específicamente en qué sitio necesitaba hacer mi salto estrella.

A mi hermana le pone nerviosa hacer ese tipo de saltos. Tiene un poco que ver con el por qué la atraparon, pero desde que yo era una niña me gustaba practicar con los delfines todo tipo de trucos para mejorar mi nado. Aquellos son ágiles como nadie y yo los imitaba a la perfección, claro, con mucho tiempo de práctica.

Aterrizaría en lo que ahora sé que eran unas redes, pero que en ese momento me parecieron una zona que podría amortiguar mi golpe a la perfección. Como lo tenía pensado, no tuve fallas en mi proyección, puesto que tan solo se escuchó el sonido de mi salida y la caída fue tan suave como si nunca hubiera pasado nada.

Los marinos no se dieron cuenta, estaban tan perdidos en sus sueños que en realidad mi presencia en el barco jamás hubiera sido identificada, sino hubiera sido porque el apuesto hombre que había visto unos minutos atrás, me miraba con esos fuertes ojos color café oscuro.

Sin querer me puse a temblar, al tiempo que él se arrodillaba para tenerme de frente. Me parecía que éramos los únicos dos sobre la superficie del barco, puesto que los hombres que habían estado moviendo las monedas ya no se veían, ni se escuchaban.

Acercó su mano lentamente hacia mi rostro. Yo me sentía tan vulnerable que no intenté escapar. Tan solo esperé a que su mano rozara mi mejilla y después se paseara por mi cabello. No podía leer su expresión, porque era de asombro contenido, seguramente. Tan solo podía notar su porte tan fuerte y serio que se mantenía firme ante mí.

No pronunció ninguna palabra, pero colocó su dedo índice sobre los labios. Estaba adornado por un montón de anillos de plata, que eran toscos, e igualmente imponentes.

Se retiró por unos muy breves minutos y regresó con una gruesa cobija negra. La verdad es que soltaba un aroma terrible y además se notaba totalmente sucia. Pero, de nuevo, no dije nada, me dejé envolver en la misma. Aquel hombre me cargó por los pasillos de ese barco, con los ronquidos del resto de tripulantes como nuestro acompañamiento.

Cuando ya empezaba a sentir que había sido demasiada mi mansedumbre, el hombre me bajó con suavidad y quitó la cobija de mí.

—Por todos los monstruos, eres una sirena —expresó sentándose en la mesa que tenía a un lado.

Estábamos en su camarote, sin duda. Sí que su rostro comunicaba cosas, porque los ojos, contorneados de negro, estaban abiertos de par en par.

—Lo soy —solté como si fuera mi secreto más grande entre amigos, cuando claramente no había tenido ninguna interacción anterior.

Te preguntarás cómo hice para entenderle si contigo me costó un pequeño hechizo que traía guardado. Bueno, en esos tiempos, como era profundamente exploradora, siempre cargaba conmigo un pequeño collar con el hechizo de traducción. La forma en la que perdí ese collar, precisamente la descubrirás en esta historia, Rosie. Como sea, sentí que mi voz salió como seda, provocando una locura palpable en mi interlocutor.

—No puedo creer lo afortunado que soy —dijo tapando su rostro con las manos.

No sabía en realidad a lo que se refería. Por supuesto que había escuchado de los peligros de los humanos. Como Tereo y yo te hemos contado, todos aquí crecemos con una imagen muy clara de su mundo. Así que dudaba si aquellas declaraciones tenían que ver más que nada con su sorpresa o si hablaba de un beneficio al haberme capturado.

—Ten cuidado, marino —solté recuperando un poco mi valentía—. Hacerle daño a una sirena no es bueno. Te puede traer grandes e irremediables males, ¿me entiendes?

El hombre soltó una carcajada lo suficientemente silenciosa como para no tener que preocuparnos de que alguien más despertara.

—No voy a hacerte daño... pero necesito de tu ayuda... en realidad ya he conocido a varias de ustedes —confesó aquel dirigiéndose hacia un pequeño estante que tenía en la habitación.

Me quedé helada. En realidad aquella era mi primera interacción con un humano cara a cara. Los había visto muy de lejos, pero ahora que estaba sintiendo la respiración de uno y observando cada detalle de sí, me parecía curioso que aquel mencionara que no era la primer sirena que veía.

—¿Cómo dice? Seguramente está equivocado.

—Oh, no me hables así —expresó el joven volteando con un pequeño frasco—. Mi nombre es Roderique Rodell. Y no, no estoy para nada confundido.

Extendió el pequeño frasco hacia mí y me dirigió una sonrisa encantadora.

No sabía lo que estaba sintiendo, era una debilidad en todo el cuerpo. El estómago estaba revuelto y no podía hilar correctamente mis ideas. Esa cosa terrible es estar enamorado.

—Tómala, te volverá humana —sentenció Roderique levantando las cejas—. Anda.

—Pero, ¿para qué quieres que sea humana?

El joven se acercó galantemente hacia mí. Tenía su rostro tan cerca que podía sentir su respiración y el perfil de su rostro tan solo acariciado por la suave luz de vela que tenía a un lado.

Colocó uno de sus dedos suavemente por el borde del frasco y lo acercó más a mí.

—Necesito que me ayudes a algo en tierra firme. Las sirenas tienen una tremenda intuición para ciertas cosas y necesito recuperar algo muy importante.

La melodía de sus palabras llegaron directo a mi corazón. Ahora seguramente, estarás pensando que lo que digo es una tontería. Eres muy pequeña para entender lo que es estar enamorado. Pero en ninguno de los siete mares he encontrado un hechizo tan fuerte como ese. Peor que cualquier forma de hipnotizar, no hay ninguna poción que replique ese efecto, créeme que sí.

No cuestioné nada más y bebí de aquella pócima.

La habitación de Roderique empezó a dar vueltas y vueltas sin parar. Las pocas fuerzas que sentía se me escaparon y de un momento a otro el mundo se apagó.

 Las pocas fuerzas que sentía se me escaparon y de un momento a otro el mundo se apagó

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los errantes cuentos de Rosie Rodríguez ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora