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Estar en el barco era una cosa, pero imaginarme en tierra firme estaba comenzando a retar mi espíritu aventurero

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Estar en el barco era una cosa, pero imaginarme en tierra firme estaba comenzando a retar mi espíritu aventurero. Al menos en el Sultán de Ultramar, yo estaba rodeada de agua. Podía regresar en cualquier momento, no había ningún impedimento para dar marcha atrás; pero en tierra firme...

No sé cómo a los humanos les encanta estar ahí, se siente como estar encerrado, por decir lo menos. En realidad yo pienso que estar ahí es como estar en la mismísima prisión. Pero bueno, no me adelantaré a los hechos.

Roderique me llevó a cubierta y me mostró la ruta que seguiríamos. Lo que pensaba sobre la superficie tampoco podía ser alimentado por esperanzas buenas, porque cada uno de los marinos que se encontraban en ese momento trabajando, tampoco estaban afectados positivamente por la noticia de su posible llegada a puerto.

El pirata se encargaba de recordarles a cada rato que aquella iba a ser una aventura veloz, por lo que no podíamos quedarnos demasiado tiempo deambulando por ahí. Tiempo después, cuando supe lo que era un verdadero pirata, nuevamente, entendí la razón detrás. ¡Claro que un ladrón no puede andar por ahí!

Las comidas, los vestidos, las joyas y las atenciones continuaron. Sin embargo, como te dije, mi emoción decaía. Sentía que el agua se terminaba a nuestro alrededor y probablemente así era.

Me senté en uno de los barriles que rodeaban el barco y me puse observar el mar. Ahora, en mi reflejo, me veía más humana que nunca. No totalmente como una de ustedes, pero apenas y podía recordar lo que se sentía ser una sirena en el fondo del océano. Tomé un suspiro fuerte y deseé que mejor no llegara el instante de desembarcar.

En el mundo de aquí siento que todos los deseos de una u otra forma, se vuelven realidad. Pero en tu mundo, siempre siento lo contrario. Quizá ellos también quedan atrapados por la tierra firme, porque cuando noté que la isla estaba a la vista, mi esperanza de que aquel sueño se cumpliera, simplemente comenzó a desaparecer.

*ೃ༄

Roderique saltó de su oficina y salió a toda velocidad, aventando a todos y a todo lo que estuviera en su camino para demostrar la profunda emoción que experimentaba. Ahí estaba su tesoro.

Aún nos faltaba un pequeño trecho que avanzar para poder llegar a la isla, así que me acerqué al pirata, mientras aquel observaba la lejanía.

—¿Cómo conoces a las de mi reino? —pregunté finalmente.

Él pareció no escucharme. Tenía el rostro supremamente feliz, estaba listo para tener todo en su poder. Cuando las palabras llegaron a sus oídos, me volteó a ver y meneó la cabeza.

—Ya te lo dije, me he encontrado con varias de ustedes. Pero... nadie tan especial como... tú...

Aquello hubiera sonado especialmente romántico, sino fuera por el hecho de que había olvidado mi nombre. Se lo iba a recordar, pero pronto sentí la necesidad de no hacerlo. Quizá es esa pequeña certeza de que a alguien no le importamos tanto como nos gustaría.

—Le temo a la tierra firme.

No sé qué fue lo sucedió en ese momento. Jamás sabré si en verdad estaba conmovido o si simplemente fue el miedo a perder el plan que había pensado, pero me miró de una manera diferente. Tomó mi mano con discreción. A él le encantaba presumirme, pero no de esa forma, de esa forma suave y romántica.

Como sea, no perderé detalles en eso, porque sé que no lo aprecias como deberías. Sin embargo, aquello logró calmarme. Ahora miraba a lo lejos cómo aquel cúmulo de tierra se iba acercando poco a poco para poder abrir otro pequeño capítulo en la aventura. Sujeté mi corazón con fuerza.

*ೃ༄

El sol empezó a brillar un poquito más mientras llegábamos. La luz ayudó mucho en mi percepción del espacio, porque todo lo veía de un lindo color arena. Jamás me pensé ahí con todos esos humanos que rodeaban las calles.

Noté que no todos lucían como Roderique y sus marinos. Muchos de ellos tenían una actitud mucho más animada, como si en verdad apreciaran la vida que tenían. Portaban, además, ropa más limpia, mucho más limpia que la mía. Fue ahí que empecé a notar que aquella no era la moda del mundo humano, sino un vestido mugroso que probablemente habían usado muchas mujeres antes de mí.

En ese momento no me importó.

Sonó una campana anunciando el arribo del barco. Aquel era un puerto clandestino, así que el descenso fue veloz.

Roderique me tomó de la mano para lucir galante, pero también para poder empezar a guiarme por las calles. El resto de los marinos tenían instrucciones de ir a colectar provisiones para el viaje.

Mi sorpresa seguía creciendo. En esas calles tan bonitas empecé a encontrar algunas de las pocas cosas buenas del mundo humano. Tenían florecillas, parecidas al coral, en sus ventanas. Los aromas eran deliciosos y muchas personas cantaban y proveían al pueblo con un aire francamente festivo y ameno.

El pirata y yo estábamos rodeados por un aura oscura. Era absoluto el hecho de que viajar con ellos no era una aventura como las que había imaginado. 

¿Sabes?, siempre me ha gustado ser así. Yo hablo de historias y sueños que sean atrevidos, que me permitan en verdad contar experiencias que hicieron a mi corazón sentirse vivo.

En esta ocasión, percibía todo lo contrario. Los pasillos que tomaba Roderique estaban empapados de una iluminación sombría. Las personas que estaban ahí también lucían de esa forma. Evitaba su mirada, porque sentía las pupilas de todos paseando por mí. Era una sensación terrible.

Después de un rato, llegamos a una pequeña tienda, pero aquella estaba cerrada. Roderique golpeó con su puño aquella entrada de metal y yo no pude más que quedarme quieta. Había un cartel colgado en la misma.

—Ven, habrá que ir a un sitio discreto a esperar.

—Ven, habrá que ir a un sitio discreto a esperar

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Los errantes cuentos de Rosie Rodríguez ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora