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Entramos a un establecimiento que lucía verdaderamente terrible

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Entramos a un establecimiento que lucía verdaderamente terrible. Ahí fue, quizá, cuando comencé a notar la decadencia de los humanos. ¿Cómo era posible que un sitio estuviera tan descuidado?

A Roderique no parecía importarle, porque se sentó con desenfado en una de las pequeñas mesas de madera sucia que estaban ahí. A pesar de que ya me había percatado de que mi vestido era horroroso, no pude evitar sentirme incómoda cuando me senté en ese sitio tan mohoso y desagradable.

El pirata me miró. Muy probablemente mi expresión de calma se había disuelto y ahora solo quedaba un fantasma de la emoción que reflejaba antes de llegar.

Quizá pensó que estaba siendo demasiado grosero conmigo, porque cambió su semblante, se enderezó y aclaró la garganta.

—¿Quieres comer algo en lo que esperamos?

Me quedé unos segundos con la palabra en la boca, tenía un poco de duda de qué era lo que podría responderle, puesto que el sitio no se veía como un lugar especialmente adecuado para comer.

—Quisiera conocer el pueblo —salió de mí como si en verdad las palabras estuvieran esperando encontrarse con el aire.

Roderique levantó la ceja y miró alrededor incómodo. Sabía que lo que quería era mantener un bajo perfil, por lo que no quise presionarlo en ese sentido, pero, por otra parte, la realidad era que yo no quería quedarme atrapada entre cuatro paredes mientras esperábamos a que esa tienda abriera.

Estaba segura de que me lo negaría, porque lo que más quería era obtener su objetivo. Por esa misma razón, decidió relajarse y darme la razón.

—Vamos, te mostraré un par de lugares y después regresaremos.

No quería parecer tonta a su alrededor, pero empecé a dar pequeños aplausos y a sonreír con la boca bien abierta. Me encontraba feliz de poder tener mi primer acercamiento al mundo humano.

*ೃ༄

El sol enorme volvió a recibirme. Yo me tapé con la mano los ojos que resentían la fuerza con la que aquel astro brillaba. En ese momento empecé a resentir más (sí, aún más) la diferencia entre el mundo humano y el mundo de las sirenas.

El cabello también empezó a secarse, muy probablemente porque no estaba acostumbrado a recibir tanto calor directo. La piel también me dolía, me estaba ardiendo y se miraba rojiza.

—¿Por qué el sol lastima tanto aquí? —pregunté provocando que Roderique me mirara.

Alcancé a ver en un cristal cercano que tenía las mejillas supremamente rojas, así como el dorso de ambas manos que tapaban mi cara.

—Oh, vamos —rio mientras me observaba—. Es el mismo sol que en el barco, aunque claro, allá estábamos en otra posición. Aquí siempre el calor es mucho más intenso.

—¿Podemos ir a algún sitio?

Roderique giró los ojos y puso sus manos en la cintura con fastidio.

—Venimos de ahí, ¿no lo recuerdas? Tú misma fuiste la que preguntó si es que podíamos dar una vuelta. ¿Volvemos a donde estábamos?

Ninguno de los dos escenarios me parecía apetecible. Si era muy honesta, lo que quería era que alguien me devolviera la fiel idea que tenía sobre el mundo humano. Seguimos caminando por las calles del pequeño pueblo. Las personas que antes me parecieron amables, ahora me resultaban fastidiosas. Andaban por ahí con sus narices alzadas y con la idea de que eran mucho mejores que cualquier otra persona sobre el planeta Tierra.

Yo, por supuesto, quería hablarles de lo mucho que les faltaba para tener un espacio como el nuestro. En el reino de las sirenas reinaba la calma y la paz de una manera sublime. Se encontraba abundante en divinos escenarios, en preciosas puestas de cada elemento con precisión tal que lucía como una pintura de la que empezó a presumirme Roderique.

Quizá percibió mis ganas por comprender el mundo humano, porque me llevó de la mano por aquello que resultaba más atractivo para todos los que visitaran la isla... excepto para mí. Vi con horror lo que le hacían a los pobres peces en sus redes terribles. Vi también cómo ignoraban a aquellos que tenían hambre, a los niños... ¡Qué terrible!

Mi rostro estaba transformado en horror y tristeza mientras íbamos acercándonos al final del recorrido. No pude evitar mirar a Roderique como buscando una explicación del por qué su mundo era tan terrible.

Pareció no comprender mi cuestionamiento, porque tan solo me miró confundido y después asintió comprensivo.

—Quizá no es el lugar más idílico, pero es el mundo real.

—¿El mundo real? Mi mundo también es real —dije un poco ofendida.

Lo comprenderás cuando seas mayor, pero puedes sentir cómo el enamoramiento vacío se va limpiando mientras más conoces a la verdadera persona. Cuando esto pasa, la mentira empieza a llenar todo. Creemos que lo que sentimos es resultado de un interés genuino, pero en realidad todo es una capa que va cubriendo lo que ya sabemos tiempo atrás.

Así vi a Roderique, por un momento lo vi como lo que en realidad era. Como un mercenario que tan solo consideraba su beneficio. Lo miré con los ojos de quien desconoce ese camino en el propio, pero pronto mi ilusión hizo de las suyas y me provocó comprenderlo como si fuera un príncipe de ensueño.

—Mi mundo también es real —repetí más calmada—. Este lugar no es como yo pensaba. Espero que nos vayamos muy pronto.

—Es lo mismo que yo decía, hermosa sirena —expresó susurrando la última parte—. No es un lugar para ti, para nadie en realidad. Por eso prefiero el mar, que es tan vasto y repleto de aventuras.

Sentí un cosquilleo. Sí, mi idea de haberme ido a recorrer el pueblo no era tan buena, finalmente, nuestra misión era otra.

Me tomé de su brazo y, sin quererlo, tomé el porte de orgullo que tenían todos a la redonda. Contemplé la tienda a la que teníamos que entrar y sonreí por dentro al notarla lista para recibirnos.

—Gracias por ayudarme —dijo guiñando un ojo con galantería.

De nuevo, la capa de ilusión cubrió todo.

De nuevo, la capa de ilusión cubrió todo

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Los errantes cuentos de Rosie Rodríguez ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora