Sofá para dos
Billie se lavaba los dientes observándose en el espejo. Tenía buen aspecto ciertamente, su piel comenzaba a adquirir un tono muy bonito. Cuánto le gustaba tomar el sol, el murmullo de la gente en la playa, el agua tibia acariciando sus piernas.
Estaba muy cansada, la cena había sido agradable y se había visto en la obligación de aceptar la invitación de acompañar a Elizabeth. La verdad es que no estaba muy segura de que fuese buena idea, a fin de cuentas no guardaba buenos recuerdos de Carolina.
Sus amigas del colegio solían despreciar a chicas como ella, por sus rarezas e inteligencia. Cualquier comentario que saliese de sus labios provocaba una sonora risotada en ellas.
Pero Billie nunca participó activamente de eso, aunque tampoco lo frenó como debería haber hecho. Carolina siempre le había intrigado, pero la presión que ejercían sus amigas sobre ella le impidió el más simple acercamiento.
Sacudió su cabeza pensando que no debería haber accedido y estaba segura de que Elizabeth se sentía igual de incómoda con la idea, ¿pero por qué no le había dicho que no? Podría haberle sugerido que se quedara en casa mientras ella se reunía con Carolina. No habría pasado nada. Se sentía muy confusa. Por un lado, le apetecía compartir algo de tiempo con Elizabeth por absurdo que sonase, pero, por otro lado, sabía que su presencia la irritaba.
Dejó el cepillo de dientes sobre la repisa del baño y salió al porche a contemplar las estrellas, esperaba encontrarse con Elizabeth y disculparse por haberse sumado a su plan.
Descubrió a su padre por el pasillo.
—Buenas noches, hija, tu madre ya está acostada y yo voy ahora. ¿Todo bien?
—Sí papá, todo bien. Voy a tomar aire. —dijo señalando el jardín.
—¿Quieres que te acompañe?
—No hace falta, vete a dormir y mañana desayunamos juntos.
Patrick le besó en la frente y se dirigió a su dormitorio. Billie se mesó el pelo y buscó a Elizabeth en la sala de estar. No la encontró. Sonrió al ver la colcha y la almohada sobre el sillón de tres piezas y salió al jardín.
Tampoco parecía estar allí, así que se sentó en la escalinata y contempló la noche. Le gustaba estar en silencio. Así era como Jesse, el trabajo en Barcelona, las prisas y el caos, desaparecían lentamente. Podría vivir en un sitio como aquel, salir al porche todas las noches antes de irse a la cama.
—¿Qué haces ahí, tan callada? —le preguntó una voz familiar desde una de las tumbonas.
Billie se giró para comprobar que se trataba de Elizabeth y no de cualquier intruso.
—Ya ves. Me gusta esto. —Elizabeth sonrió con sorna. —Lizzy, me alegra que estés aquí. Yo...
—Dime.
—Quería pedirte disculpas. Estuvo mal entrometerme en tus planes. Es tu amiga, yo apenas la recuerdo, en fin.
—Me han puesto en un compromiso. —respondió ella secamente. —Pero ya que has sacado el tema, la verdad es que no creo que sea bueno que vengas.
A Billie aquello le sonó brusco y desagradable y algo en su interior le hizo saltar.
—Pues haberlo dicho. No voy y punto. Tampoco es que me muera por ir contigo a ver a Carolina. —dijo cruzándose de brazos.
De repente se acordó de los desplantes de Jesse, de las exigencia de su jefe, de las personas que tendían a colarse en el supermercado, en las veces que se mordió la lengua para no parecer impertinente o maleducada. Pero Elizabeth la estaba ofendiendo. Las cosas se podían decir de otra manera.
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Otro atardecer
FanfictionHa llegado el verano. Elizabeth quiere irse de viaje con sus amigas, pero nunca ha sido capaz de anteponer sus deseos a los de su madre y tendrá que conformarse con pasar sus únicos días libres en la casita que su familia tiene en la playa. El probl...