Capítulo 20

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¡Mañana!

La despertó el sonido de la cafetera vertiendo el líquido negro sobre las tazas. Elizabeth abrió los ojos despacio, estiró los brazos por encima de su cabeza y las piernas. La luz del sol bañaba ya todo el salón. ¿Qué hora era? Tenía que ser temprano, pero se sentía demasiado en paz, serena y cómoda como para levantarse inmediatamente.

Imágenes de la noche anterior empezaron a pasar ante sus ojos. Oh, dios... había pasado de veras. No era un sueño. No era un producto de su imaginación. Ella y Billie... Wow. Y había sido fantástico. No perfecto, porque las primeras veces nunca lo eran, pero sí muy cerca. Lizzy sonrió con nerviosismo.

Rememoró el momento en el que se despidió de ella. Eran las tres de la mañana, había mirado el despertador de la mesita de noche. Billie le rogó que se quedara un poco más, pero la casa estaba sumida en un silencio sepulcral y sus padres tenían un sueño ligero.

Cualquier paso en falso las delataría, si es que no lo había hecho ya. Se quedó un poco más, abrazada a ella hasta que Billie se quedó profundamente dormida. La observó en silencio unos minutos. Qué hermosa era. Incluso entonces, tendida en la cama con ella, sus cuerpos abrazados, completamente desnudas, no podía creer lo que acababa de suceder.

A eso de las cuatro de la mañana, le dio un suave beso en los labios y se fue al salón, muy a su pesar. Y ahora la saludaba un nuevo día, completamente diferente al anterior. Nada que ver. El escenario era el mismo y, sin embargo, Elizabeth tenía la sensación de que las actrices habían cambiado.

Cuando llegó a la cocina, comprobó que eran los padres quienes ya estaban despiertos. Elizabeth se acercó a ellos con pudor. Tenía la sensación de que cualquiera de ellos podría leerla como un libro abierto.

Esperaba escuchar de un momento a otro algo del estilo: «Alguien ha hecho el amor esta noche», pero aunque más silenciosa de lo habitual, tal vez un poco tímida e incluso ruborizada, pasó su primer examen con nota y consiguió calmarse cuando llevaba ya varios minutos sentada a la mesa, rodeada de los mayores, sin ningún comentario respecto a la noche pasada. Mejor así.

—¿Has dormido bien? —se interesó Isabel, untándose una tostada con mantequilla.

—Sí, ya me he adaptado al sofá. —replicó Lizzy.

—Pues yo no he pegado ojo en toda la noche. —intervino Maggie. Elizabeth sintió que parte de la galleta que estaba tomando se le quedaba atrapada en la garganta. Escuchó con atención. —No sé qué me pasó ayer, que no conseguí dormir hasta pasadas las cinco. Un horror.

Eso significaba que Maggie había estado despierta cuando ella se fue de la habitación de Billie. ¿Las habría oído? Sí, por supuesto. Maggie tenía el oído más afinado que un director de orquesta. ¿Pero qué importaba eso ahora? ¿Por qué seguía dándole pánico que los padres descubrieran algo que ya sospechaban?

En ese momento apareció Billie. Estaba más guapa que nunca. Había una expresión nueva en su cara, diferente, radiante, como si desprendiera alegría y buen humor. Elizabeth la buscó con los ojos y Billie le sonrió con dulzura.

Había entre ellas muchos temas flotando en el aire. ¿Qué harían a partir de ahora? ¿Tenía lo suyo una fecha de caducidad? ¿Se trataba de una aventura de verano y nada más? Cuestiones que antes le provocaban ansiedad, pero que ahora, al mirar a Billie a la mañana siguiente de haber compartido un momento tan íntimo y especial con ella, no podían importarle menos. Tendrían tiempo de hablarlo.

Ahora lo único que deseaba era disfrutar del momento, mirarla embobada como lo estaba haciendo y pensar «tu olor todavía está en mi piel y el mío en la tuya y es maravilloso».

Otro atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora