Capítulo 23

287 38 18
                                    

El mejor regalo

Maggie iba un poco retrasada en sus compras. Calculó mal el tiempo por no haber previsto las largas filas que esos días se formaban en los centros comerciales. Pero había quedado en cinco minutos y no quería posponer a última hora el café. Le mandó un mensaje a Isabel para hacerle saber que iba a llegar un poco tarde. Tenía que cruzar todo el centro comercial y había tanta gente que pronto se vio a sí misma haciendo curvas para no chocarse. Le faltaba resuello cuando llegó a la cafetería acordada.

—De verdad. Hay veces que odio estas fechas. —dijo, resoplando.

Isabel sonrió y le indicó que se sentara a su lado. Tenía ya un café frente a ella. Maggie colocó su bolso en una silla libre y le hizo una seña al camarero.

—¿Has acabado ya las compras? —se interesó Isabel.

—Casi. Me queda el regalo de Billie y el de los padres de Patrick. Aunque no sé para qué me molesto, si nada de lo que les compro les gusta. Creo que los regalos que les hicimos el año pasado siguen con el envoltorio puesto. —bromeó Maggie.

—Bueno, mujer, ya se sabe cómo son los suegros. El mío también es un poco cascarrabias. Desde que Mercedes murió, no hay quien le aguante.

—Tienes razón. —Maggie suspiró y le pidió un té al camarero, que acababa de acercarse en ese momento. —Y cuéntame, ¿cómo va todo? ¿Las niñas? ¿Elizabeth sigue igual?

Isabel asintió.

—Igual. No quiere hablar del tema. Me dice que está bien, pero no me creo ni una palabra. Suena muy triste al teléfono.

—Igualita que Billie. Cada vez que le pregunto, me cambia de tema. —afirmó Maggie. —Es tan cabezona... A veces pienso que no sé a quién ha salido, de verdad.

—¿Vendrá a pasar las fiestas con ustedes o van para allá?

—Se viene. Teníamos pensado tomar un billete para pasar la Navidad allí, pero al final Patrick no tiene días libres y lo celebraremos aquí.

—¿Con tus suegros? —se interesó Isabel, sonriendo de medio lado.

—No. Ya le he dicho a Patrick que si no vamos a ir de viaje este año, la condición es que al menos pasemos la Nochebuena sin tener que amargarnos. Estaremos solos los tres. Va a ser un poco extraño ser tan pocos, pero creo que lo prefiero así. Supongo que a sus padres los visitaremos la mañana de Reyes. ¿Qué hay de ustedes?

—Un poco lo mismo. Mis padres se van a Granada a pasar las fiestas con mi hermana. El hermano de John estará este año con su padre, en Sevilla. Y mis hermanas van a lo suyo. Así que estamos solo los cuatro.

Maggie le dio un sorbo a su té distraída. En ese momento su mente estaba en blanco, pero muy pronto empezó a llenarse de ideas, planes, tal vez absurdos, pero ¿y si no lo eran?

Miró a su mejor amiga, tratando de saber hasta qué punto ella se implicaría.

Puede que a Isabel no le hiciera ninguna gracia o le molestara el papel de casamentera. Pero sabía que estaba tan preocupada por Elizabeth como ella por Billie. Las chicas parecían más infelices que nunca y una madre quería lo mejor para su hija. Dejó la taza sobre el platillo, se limpió la boca con una servilleta y sonrió.

—¿Y si lo celebráramos juntos? —propuso. —Ustedes están solos y nosotros también. Puede ser una buena manera de pasar las fiestas.

—¿Tú crees? —dijo Isabel, un poco recelosa. —¿No les sentará mal a las chicas? Yo no quiero problemas, Maggie, que al final somos nosotras las que salimos mal paradas de todo esto.

Otro atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora