Capítulo 1.8

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Nina llegó a su casa por la tarde, se encontró con su madre, sus abuelos y sus tíos en la cocina; que empezaron a cantarle el cumpleaños feliz a todo volumen mientras a Nina se le dibujaba una sonrisa en la cara. Comió con su familia y abrió un par de regalos, su madre le regaló un colgante precioso de plata, era una estrella de ocho puntas, se lo puso y le pidió que no lo perdiese, que aquel colgante era muy importante para ella. Nina lo observó con detalles, estaba algo desgastado pero no perdía su brillo, se prometió no quitárselo.
Estaba pasando el rato cuando recibió una llamada de Silvia, su mejor amiga; llevaba junto a Nina más de siete años, y ambas se habían visto crecer la una a la otra. - Nina, baja al garaje, estoy sola y te he traído un regalo- Le dijo
- Vale, ahora mismo bajo- Respondió.
Se levantó de la mesa, se cambió y después se miró al espejo. El brillo de aquel collar resaltaba su mirada, parecía que contenía magia dentro de sí.
Nina bajó al garaje, abrió la puerta y todos estaban allí esperándola, con un pastel de chocolate y las paredes decoradas, incluso los del otro grupo ya estaban ahí. Todos fueron corriendo a abrazarla y después Nina sopló las velas. - Muchísimas gracias a todos, no me lo esperaba- Dijo, y después la música empezó a sonar y abrieron algunas botellas. Nina estaba eufórica, no se esperaba la llegada de algunas personas. Leo, el mejor amigo de Daniel había venido, incluso Beto e Iván estaban allí. Iván, un chico problemático conocido por líos y no pos sus buenas acciones, no se había llevado muy bien con Nina en el pasado, pero hacía tiempo que se llevaban algo mejor.
Todo era perfecto, el ambiente, la música, la gente y la actitud de todos. Tras una tarde maravillosa, empezó a oscurecer y todos, ya pasados de copas, decidieron salir a un parque que estaba bastante cerca de la casa de Nina. Se sentaron en unos blancos y empezaron a hablar, mientras Iván se preparaba un cigarrillo con cannabis. Pasada media hora, se les ocurrió entrar en una casa abandonada situada justo al lado del parque, solían entrar en verano, a pasar el rato allí, pero un día llegó el propietario, y llevaban mucho tiempo sin visitarla. Entraron casi todos, mientras que Silvia y Boris, decidieron esperar en el parque, Silvia tenía miedo; y Boris no solía hacer muchos planes locos, le parecía absurdo.
Leo y Beto ayudaron a Nina a pasar mientras daniel apuntaba con una linterna hacia el suelo, y una vez estaban todos dentro, empezaron a explorar. La casa estaba tal y como la habían dejado, dentro olía a polvo y había una sala de estar con dos sofás que ellos mismos habían colocado a su gusto, una televisión vieja y una puerta que llevaba a un pasillo, éste, daba a una despensa con escaleras para subir al piso de arriba, y entre medias había varias habitaciones y un baño.
Era un lugar tranquilo de aspecto viejo, ya estaban bastante acostumbrados a entrar allí, y entonces a Daniel se le ocurrió algo.
- Oye, nunca hemos subido arriba.- Todos se miraron entre ellos, y María dijo: - Yo no pienso subir, me quedaré aquí abajo.-
- Yo tampoco quiero subir- Dijo su hermana. - ¿Tú qué vas a hacer?- Preguntó mirando a Marina.
- Pues yo sí que voy a subir, me mata la curiosidad -
Marina, Nina, Beto, Daniel, Leo e Iván subieron y los demás se quedaron en las habitaciones del piso de abajo.
Las escaleras crujían, estaban hechas de madera, ya oxidada; parecía que estaban a punto de caerse abajo, pero aún así todos subieron, uno tras otro. Las escaleras daban a otra habitación, en cuyo interior había una ventana, una cama llena de polvo y una silla, sobre ella flotaba una soga, manchada de un extraño líquido negro, parecía reciente, no era sangre. - Qué mal rollo- Dice Leo rascándose la cabeza. En el cuarto también había varios muebles con cajones, un armario y envases de productos de limpieza vacíos tirados por los suelos. El líquido que manchaba la soga comenzó a gotear sobre la silla, y Beto, Daniel e Iván se acercaron a ella.

El temblor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora