El rescate

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¿Oiga? ¿Servicio de rescate? -preguntó Trolli, después de varios intentos de llamada. -¿Digamez?-contestó una voz al otro lado del teléfono.

-¡Que si es el servicio de rescate! -Zi, zi, zoy yo.

-Necesitamos que nos rescaten.

-Aaah, vale. ¿Entonces qué quereiz? -A ver, buen hombre...

-Le habla Ambrozzio, Zervicio de Rezcate Marinoz. -Ya, ya... Verá, nuestro barco ha embarrancado en una isla que...

-Ez que mi madre no me deja hablarz con dezconocidoz.

-¿Y entonces, por qué contesta al teléfono?-preguntó

Trolli, -¡Ez verdaz! Ze lo tengo que preguntar a mi madrez.

¿Qué quería uzted?

-¡Que nos rescaten!

-Ahhh, zí, vale, vale. ¿Y dónde eztaiz?

-Por fin... Mire estamos en una isla que...

-No ze preocupe: ya tengo laz coordenadaz por geoloca- lización ezpacial. En un momentitoz lez llevo laz pizzaz.

-¡Pero qué pizzas! ¡Que le he pedido un rescatel-gruñó Trolli.

-Aaah, buenoooo... Valee, pues lez llamo un barquitoz. -¡Madre mía, qué desesperación!-dijo Trolli, colgando- ¡Menudo noob!

Aunque Ambrozzio dijo «ya», aún tuvieron que espe- rar dos horas en la playa. Y no era uno de esos días ideales para tomar el sol, precisamente. Pero al fin apareció un re- molcador procedente de Tropicubo. Al timón iba un chico joven, de aspecto simpático, con cara de conejo. Y a su lado estaba Rius, que saludó a los Compas nada más verlos.

-Os dije que tuvierais cuidado, muchachos!-gritó el marino, mientras bajaba a tierra. -Qué alegría verle, Rius-dijo Trolli, realmente aliviado.

-Os presento a mi amigo y ayudante Raptor. Pero ya os daréis luego un abrazo. El mar está muy picado y la cosa va a peor. Lleva todo el día así, nunca había visto nada pareci- do en esta época del año. Ayudadnos a enganchar La pluma negra y salgamos de aquí cuanto antes.

-De acuerdo, Rius.

-Y despertad a ese dormilón-dijo el marino, señalado

a Timba, que roncaba como un bendito sobre la arena.

En unos minutos ataron La pluma negra a la grúa del remolcador y, con cuidado, volvieron a poner el barco en el agua. Sin perder más tiempo, emprendieron el regreso a Tropicubo. Tanto Raptor como Rius parecían nerviosos por el estado del mar. Y no solo por eso.

-No había visto esta isla en mi vida-dijo Raptor- ¿Y usted, Rius?

-No, muchacho. Y no figura en las cartas marinas.

-Quizá haya aparecido de pronto: todo el terreno es volcánico -observó Timba, con su lógica redonda.

-Puede ser...-murmuró, no muy convencido, el lobo de mar. -Tal vez sea la isla de la leyenda!-dijo de pronto Raptor, con cara de entusiasmo.

Rius hizo un gesto despectivo:

-Bah, habladurías de marinos!

-¿Qué leyenda, qué leyenda?-preguntó Mike, con en- tusiasmo.

-Nada, tonterías-le quitó importancia Rius-, Boba- das de islas perdidas -¡Y de luchas entre caballeros y titanes!-exclamó Raptor-. Una pasada.

-¿Gigantes?-preguntó Trolli, recordando las extrañas

rocas de la playa y los huesos enormes del pasadizo.

-Titanes corrigió Raptor-. Una malvada raza de tiempos muy antiguos que fue aniquilada por el caballero Kevin Willys.

Los Compas Y El Diamantito Legendario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora