El arma Ancestral

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¡Alli estaba el Titán Oscuro, de nuevo sobre el campo de batalla ancestral! Para el monstruo era como si apenas hubiera pasado el tiempo. Y se encontraba en for- ma, a juzgar por la velocidad con la que se aproximaba a nuestros amigos. El mismo camino que a los Compas les había llevado horas recorrer, al Titán Oscuro le iba a durar unos pocos minutos. De no ser por el horror que lo acom pañaba, habría sido un espectáculo verlo: inmenso, oscuro, amenazador, con aquella horrenda mirada púrpura que pa recia echar chispas de fuego. Y a su paso la tierra temblaba los géiseres estallaban y los rios de lava lo inundaban todo. -¿Qué hacemos, Trolli?-preguntó Timba, con los ojos
clavados en lo que se les venia encima. -Pues... Te diría que «bliblu». Pero creo que esta pala- bra no iba a expresar lo que siento.

-Qué bien hablas, viejo amigo. -Son los nervios de saber que voy a morir de aquí a un ratito.

-Y encima no viene solo, el tio. Era cierto el ejército del Titán había vuelto a reagruparse. Estaban todos alli: zombis y esqueletos arrastrándose

por tierra. Para animarlos a caminar con rapidez, varias es cuadrillas de brujas les lanzaban hechizos de todo tipo desde sus escobones. Una ayuda que no necesitaban los ga ses y rayas voladoras, que acompañaban al Titán formando grandes nubes en el cielo. -Creo que deberíamos largarnos de aquí. Por no morir

y eso...-dijo finalmente Timba. -Estoy de acuerdo. Hay que saber cuándo se ha perdido la partida.

-Raptor, Rius!-gritó Timba a sus amigos de Tropicubo, que veían la escena, alucinados, desde la base del vol cán-Salid por pies, que aquí no regalan nada!

-Y tú, Mike, ven corriendo! ¡Nos vamos a toda pastilla!

-Pero, pero... ¿Y el diamantito? -A la porra el diamantito!

-¡No, antes la muerte!-contestó, envalentonado, Mike.

-Si es que precisamente va de eso... ¿Que nos van a hacer rodajas!

-Mmmmmm, rodajas-dijo Mike-, Aunque, pensándolo bien... Vale, vámonos

Demasiado tarde. Los pasos del Titán hacian temblar la isla como si fuera un flan. Y estos terremotos hundieron en la laguna de lava varias de las rocas que hablan servido a Mike como camino para llegar al diamantito.

-¡Estoy atrapado! ¡Huid sin mi, amigos! Y habladle a todo el mundo de lo valiente que ful-dijo Mike, en plan melodramático. -No sé yo si esto se lo vamos a poder contar a alguien -observó Trolli, algo desanimado.

Las rayas y los gases rodeaban ya el cráter, cerrando toda escapatoria. Y una docena de brujas había capturado a Raptor y Rius. Solo los Compas seguían libres, aunque atra- pados dentro de la ardiente cruz de las tinieblas. O sea, en el cráter.

-No vienen a por nosotros-observó Timba.

-No... Es como si no se atrevieran a entrar en el cráter. Creo que les asusta el resplandor mágico del diamantito.

-Bueno, eso está genial. Prácticamente estamos salvados. Excepto porque no podemos ir a ningún sitio, no tenemos comida ni agua, Rius y Raptor han caldo prisioneros y Mike no puede salir de esa cazuela de lava... Esta fea la cosa.

-¿Y si nos rendimos? Aunque... No, no creo que se enrollen bien con nosotros, después de todas las palizas que les hemos dado. -Bueno, podemos discutirlo con el Titán... Ya lo tenemos aquí. -Es rápido el tio. Más que tu prima la coja. Este... ¿Melocotón?

-Si. ¡Melocotonazo!

Allí estaba, en toda su malvada presencia. El Titán Os curo, acompañado por sus hordas, se disponia a iniciar una nueva era de maldad. Y el primer paso, según la profecía, era eliminar la principal amenaza a su proyecto siniestro.

Los Compas Y El Diamantito Legendario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora