El viejo pergamino

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Al final fue Mike, el osado perro... Un momento, suena A raro decir que un perro es como un oso, ¿no? Digamos mejor que el valiente perro fue el primero en entrar al pa- sadizo: su olfato serviría para buscar el paso al interior de la isla.

-No noto olor a salida -advirtió Mike-: aquí hace la tira que no ventilan.

-¿Ya qué huele una salida? -preguntó Timba. -Como las nubes, más o menos.

A medida que avanzaban aquello se ponía cada vez más oscuro. Timba y el Trollino sacaron sus móviles para tener algo de luz y no darse un trompazo.

-Esta no parece una cueva natural. Hay muchas bifur- caciones, como en un laberinto. Y las paredes parecen talladas. ¿Mike, seguro que sabes a dónde vas?-preguntó Trolli.

-Sí, sí: adonde huele peor. Seguro que allí hay algo.

-Si tú lo dices.

Al cabo unos diez minutos Mike echó a correr de repente. Sus dos amigos lo siguieron muy contentos, pensando que por fin llegaba a algún sitio. A ver, que cuando te mue- ves hacia algún sitio... llegas siempre. Es que es de lógica.

Pero en este caso pensaban en algún sitio interesantes, un pueblecito para pedir ayuda... o una pizzeria por lo menos.

No había ninguna salida. Mike los había conducido a una gran sala abovedada, también excavada en la roca. Habla algo de luz. pero no daba buen rollo: provenia de un gran agujero circular, como un cráter, que se hundia en las profundidades de la Tierra y en cuyo fondo se vela fluir la lava del volcán. Su luz rojiza, cambiante, luminaba el lugar dándole un aspecto siniestro.

Sin embargo, lo malo no era la luz. Aquella sala estaba repleta de huesos! Huesos muy antiguos pero, al parecer, sabrosos, porque Mike se puso enseguida a mordisquear uno. No, aquel sitio no era una pizzería, pero para un perro podia valer.

-Mira que eres glotón, Mike.

-Ya que tienes tan buen olfato nos podias haber llevado a un sitio en el que, además de huesos, hubiera muslitos -bromeó Timba.

-Pues serían más bien mustazos-dijo Mike, sin parar de roer-, porque estos huesos son enormes.

-Vamos a investigar un poco-propuso Trolli. -A lo mejor hay alguna salida por aqu... Meloco- toooon!!!

-¿Qué pasa, Timba? -Que aquí hay un tio que me mira con un careto muy feo!

Trolli lluminó la pared hacia la que señalaba Timba. En efecto, había una cara muy fea... pero no era más que un di- bujo de una especie de monstruo humanoide. Trolli recorrió las paredes de la sala con la luz del móvil en todas partes habia imágenes parecidas.

-Son pinturas... Una especie de batalla-dijo Trolli- más tipos feos de esos... y a todos se enfrenta un caba- Hay llero guaperas con melenita rubia.

-Es como un cómic... -dijo Timba, más tranquilo-. Un manga antiguo.

-El caballero se los va cargando y al final hay una espe cie de fiesta.

-El último dibujo es distinto...

-Si. Es el mismo caballero, pero ya viejo. -Más bien muerto: lo están poniendo dentro de un sarcófago. Al oír estas palabras, Mike dejó de comer huesos y se acercó corriendo.

-Chicos, lo mismo hemos hecho un descubrimiento

importantísimo! A los faraones siempre los enterraban con tesoros.

-Este no era un faraón, Mike. Y esto solo son dibujitos.

Quizá esta historia no pasó nunca. -Y si pasó, cualquiera sabe dónde está el sarcófago -añadió Timba.

Los Compas Y El Diamantito Legendario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora