El ataque de los Zombies... y alguien más

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La noche era silenciosa, como esos días que estás en clase, medio dormido, y de repente el profesor pega un berrido. Pero aquí, en vez de berrido, lo que se oía era como un arrastrarse de algo... O de alguien. Mike fue el primero en percibirlo. No podía pegar ojo, porque tenía miedo a la oscuridad.

-Trolli-se acercó a su amigo, para despertarlo. -¿Qué pasa?-gruñó Trolli, medio frito.

-Tengo miedo.

-Como siempre que está todo a oscuras. Déjame dormir.

-Es que se oyen ruidos... Ruidos malos. Creo que va haber otra escena de esta película de miedo en la que estamos metidos

Trolli, un poco harto, se incorporó y apretó los ojos para ver si atisbaba algo. La oscuridad era grande, hasta que de repente un charco de lava escupió roca ardiente hacia lo alto, iluminando los alrededores. Mike tenía razón, aunque más que escena, aquello era una escenita: alli, gracias al res plandor de la lava, podían ver a un grupo de seres infernales dirigiéndose hacia ellos. Un ejército de zombis y esqueletos

vivientes. Trolli y Mike empezaron a retroceder, paso a paso, Timba, sin embargo, seguía esforzándose: no se habla enterado de nada.

--Andando hacia atrás no vamos a ninguna parte, Trolli.

-Ya...

El caso es que llegar, lo que se dice llegar, si llegaron hasta el tronco del árbol en concreto, justo en el lugar donde Timba seguía roncando a su bola. Trolli agarró un gran palo y se preparó para la lucha. Por un lado venían los zombies. Por el otro, los esqueletos. Había cientos. -¡Estamos rodeados! -gritó Trolli

El primero en llegar fue un zombi, que estuvo a punto de capturar a Mike. Trolli agarró a su amigo por el rabo y lo lanzó al otro lado del árbol. Después arreó un estacazo al zombi con tanta fuerza que le puso la cabeza de medio lado. Se ve que el monstruo se mareó un poco con este tratamiento, porque empezó a dar vueltas sobre sí mismo hasta que, sin querer, metió los pies en un charco de lava. Fue hacerlo y empezar a arder como si estuviera empapado de gasolina. Si alguien dice que los zombis no sienten, tendría que haber visto a este: salió corriendo por donde había venido a la vez que soltaba unos alaridos de lo más chirriantes. Reacción que tuvo un resultado sorprendente: correr no es buena manera de apagar un fuego. Al revés: a medida que se abría paso entre sus colegas zombis, les iba prendiendo fuego a ellos también. Y estos, como fichas de dominó que van cayendo, incendiaban a otros. En un instante el entorno del árbol de la sabiduría estaba lleno de antorchas-zombi corriendo de acá para allá lanzando gritos. Tantos, que hasta Timba se despertó.

-¡Pero qué pasa! ¿Dónde dice la profecía que no se pueda dormir nunca? -gritó, enfadado, al despertarse- Melocotón! ¿Acaso estamos en apuros? -No, Timba. Es la familia, que viene a vernos.

Los zombis se estaban destruyendo unos a otros, pero seguían siendo un montón y no paraban de avanzar. Viendo el peligro, Timba se puso en pie, cogió también un palo y se colocó junto a Trolli en actitud defensiva. Los zombis eran lentos y torpes, pero peligrosos: un simple mordisco y nuestros amigos se convertirían también en muertos vivientes. Sin embargo, no pensaban en eso. Estaban tan entusiasmados empujando a sus patosos enemigos a la lava que no se dieron cuenta de que los esqueletos, que venían por el otro lado, estaban ya muy cerca. Era una auténtica legión de guerreros caídos en batallas muy antiguas. Llevaban cascos, escudos, arcos, lanzas y espadas oxidadas, aunque lo que más enseñaban era el puro hueso.

Y allí estaba Mike, todavía aturdido por el aterrizaje, cuando vio tanta «comida» acercándose. Sacudió la cabeza, se acordó del hambre que tenía y se lanzó al ataque. Al primer esqueleto que tuvo a su alcance le pegó un bocado sin miramientos en la tibia derecha. El hueso, reseco al cabo de los siglos, se partió limpiamente, con lo que el ataque perdió el equilibrio. Y, al hacerlo, entró en acción un arma secreta ideada por el Titán: la bestia infernal, viéndose perdida, estalló con un ruido sordo lanzando una ráfaga de huesos en todas direcciones. Como arma secreta no estaba mal pensada, pero era evidente que el Titán no la había ajustado bien. A Trolli, por ejemplo, le pegó un peroné en plena frente, pero le dio tan flojo que ni se enteró. Sin embargo, el resultado fue muy distinto con los otros esqueletos.

Los Compas Y El Diamantito Legendario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora