YOURS EVER ✔ | THE LOST CANVAS

CAPÍTULO 12 | EL PERFUME DE LAS FLORES

Era como si el néctar se esparciera por las cavidades de su boca; los minutos del dios se convertían en horas al observar maravillado a lo lejos una joven de cabellos azabaches.

Vio como ella sonriente disfrutaba de su caminata por el bosque, una corona de enredaderas hechas de flores de campanula tan azules como lo era el cielo bajo el que estaban adornaba la cabeza de ella. Las finas hebras del cabello de la mujer danzaban con el viento cual mariposas, la canción que emitía sus labios deleitaba sus oídos, se encontraba inmerso en el cántico de ella parecía estar bajo un hechizo.

Era igual que escuchar el trino del arpa mas fina o de una armoniosa flauta.

El vestido de seda blanco caía sobre el cuerpo de la muchacha delicadamente, resaltaba su figura, acentuaba en color de la piel y el de los ojos de ella. El viento soplo una vez mas, a lo que la mujer sonriente comenzó a girar de forma como si de un pájaro revoloteara.

Hades inclino la cabeza a un lado para ver mejor a la diosa desde su posición, hacia unos días que comenzaba a verla oculto desde detrás de un árbol o escondido entre las sombras. Siempre atento, siempre vigilante, cuidando que nada le ocurriera a la mujer que había cautivado su corazón. Lo había hechizado en cuerpo y alma de una forma que no podía explicar, de una manera que lo hacía sentir que su pecho se estremecía, se sentía vivo, el vació en el ya no estaba mas.

Se volvió costumbre admirarla en silencio a pesar de querer probar la dicha de los labios carmín de la azabache.

Fue en ese momento que la vio detenerse ante una flor que solo podía compararse con la belleza de un rayo de luna, un jazmín tan blanco como el mármol y puro como un corazón noble.

Hades vio como los orbes de la muchacha se iluminaron cuando se encontró con el pequeño jazmín, muy en el fondo no pudo evitar sentir celos de esa planta, deseo serla solo para que ella lo tomará como lo había hecho con la flor. 

Observó cómo se inclinaba hasta que logró arrancar la pequeña flor del arbusto del que sobresalía, ella sonrió con calidez mientras acariciaba con delicadeza sus pétalos. No obstante, pronto se dió cuenta que la inocencia del jazmín que con su exquisita fragancia atraía la atención de la doncella, no resultó ser más que un vil señuelo que encabezaba una trampa hacia la joven, quién fue sometida por un hombre de melena teñida de tonos como el mismo amanecer.

La diosa se retorció bajo el cuerpo de su atacante sin dejar de gritar para que este la soltara, la fuerza de ella incomparable a la del agresor; en ese momento la chica era como un débil venado en las garras de un temible cazador que estaba dispuesto a todo con tal de hacerla suya.

Una sonrisa malévola apareció en la cara del dios, ella atemorizada no hizo más que cerrar los ojos y gritar hasta que comenzó a doler su garganta, gritos que no eran escuchados por nadie, ya que el lugar estaba alejado de los límites del reino de la diosa de agricultura. Posicionándose encima de la doncella, el mayor tiró del escote del vestido hasta romperlo, ahora con su ropa desecha la chica se vio a sí misma con horror, contrario del dios quien ahora tenía en sus ojos una mirada pura de deseo hacia la menor.

El de cabellos rojizos acercó su rostro lentamente hacia la chica en un intento de besarle, no obstante, con la fuerza que le quedaba la chica logró liberar una de sus manos haciendo que el agresor perdiera el equilibrio por un instante. Un arañazo fue recibido por el semblante del dios del sol, cosa que no lo detuvo en cumplir con su objetivo; ese día un beso fue robado de los labios de la azabache por el dios del sol. La mujer, en un acto de rabia, escupió en la cara del mayor, como era de esperarse la expresión en el rostro de él cambió súbitamente a un enojo gigantesco al que ella temió en ese instante, era verdad que tenía miedo del hombre pero aún con todo eso no dejo de gritar por ayuda con la esperanza de que alguna ninfa la escuchara.