𝟎𝟎| 𝙿𝚛𝚘́𝚕𝚘𝚐𝚘

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En el rincón más oscuro de su alma, donde las sombras se entrelazan con los suspiros, allí reside el recuerdo, como un eco lejano. Los ojos, dos luceros que se apagaron, aún brillan en noches solitarias.

Las estaciones pasan, pero ellos permanecen, como un tatuaje en la piel, indeleble. El viento susurra su nombre en las hojas caídas, y ellos, como un náufrago en la playa desierta, buscan sus huellas en la arena efímera.

¿Dónde está ahora? ¿En qué rincón del universo? ¿Acaso también siente la ausencia? Tal vez sea ha convertido en una estrella, una de esas que titilan en la vastedad del cielo, recordando que el amor trasciende el tiempo. Cierran los ojos y la ven, como un sueño recurrente, pero al despertar, solo encuentran el vacío. Sus besos, como espinas envenenadas, se clavaron en sus piel, dejando cicatrices.

Promesas rotas flotaban en el aire, como hojas secas en un otoño sin fin. Sus abrazos, una prisión de hielo, donde el corazón se congelaba lentamente.

Cada palabra suya era un puñal, cada caricia, un engaño disfrazado. ¿Por qué persistir en este juego cruel? ¿Por qué no huyeron cuando aún podían?
El amor se convirtió en una maldición, una droga adictiva que los consumía. Sus ojos, dos espejos que reflejaban el dolor, se atraparon en un laberinto de ilusiones.
El amor, a veces, es simplemente Bad love, una tormenta que arrasa con todo a su paso.

El salón estaba lleno de risas, luces parpadeantes y la música vibrante de la banda en vivo. Tom, el hermano mayor, se encontraba en el centro de la pista de baile, girando con su futura  prometida en un baile apasionado. Los pocos amigos aplaudían y vitoreaban mientras los recién prometidos se movían con gracia

Bill, en cambio, estaba en un rincón oscuro, apartado de la multitud. Sostenía un vaso de whisky en su mano, el líquido ámbar brillando bajo la tenue luz. Su mirada seguía a Tom, pero no con la misma alegría que los demás. Había algo en su expresión que no encajaba con la celebración

Gustav finalmente notó a Bill en el rincón. Dejó a su esposa y se acercó, con una sonrisa en los labios

—¿Por qué te escondes aquí?— preguntó, inclinándose contra la pared junto a él

Bill levantó su vaso y bebió un sorbo. —No me estoy escondiendo— murmuró—Solo necesitaba un momento lejos de todo esto—

—¿No estás feliz por Tom?—

—Sabes muy bien que él no quiere Casarse—

Gustav asintió, su mirada comprensiva—Sé que no es lo que él quería—admitió—Pero a veces, las circunstancias nos llevan por caminos inesperados—

—Es una estupidez. Finge haber olvidado el pasado—

—¿Entonces prefieres verlo bailar justo aquí, ahora, en este lugar con Liesel?—Bill apretó los puños—Es la fiesta de compromiso de tu hermano. Al menos ve y felicitalo. Ya pasaron 9 años, él merece volver a enamorarse y construir una familia. Tu también Bill... Y seguramente Liesel también—

El tiempo había pasado, pero las huellas de Liesel seguían acechando a Bill. Nueve años no habían sido suficientes para borrar los recuerdos, las heridas y las emociones que ambos habían dejado atrás. Cada vez que cerraba los ojos, veía su sonrisa, escuchaba su risa y sentía el dolor

Había intentado olvidarla, enterrarla en algún rincón oscuro de su mente, pero Liesel era como una melodía persistente que se negaba a desvanecerse. A veces, en medio de la noche, Bill se despertaba con su nombre en los labios, como si ella estuviera allí, a su lado.

Lo mismo sucedía con Tom, a pesar de mostrar una sonrisa alegre, no podía evitar que su mente vagara hacia el pasado. Liesel, su primer amor, seguía allí, como una sombra en su corazón. Recordaba sus ojos brillantes, su risa contagiosa

—Tom...—Llamó su prometida, Heidi. Lo miro con alegría y sus ojos brillaban mientras bailaban al compás de la música—El día de nuestra boda quiero que me beses como nunca frente a todos. Quiero que sepan que mi esposo me ama con el alma—

Los labios de Tom mostraron una pequeña sonrisa forzada. Había amado a Liesel con toda su alma, que no estaba seguro de poder volver amar de la misma manera. Había amado a Liesel con una intensidad que lo había consumido, pero también lo había dejado roto cuando ella se marchó

Heidi seguía bailando, ajena a la tormenta de emociones en la mente de Tom. Él quería ser el esposo que ella merecía, pero también sabía que había partes de su alma que seguían perteneciendo a Liesel.

 Él quería ser el esposo que ella merecía, pero también sabía que había partes de su alma que seguían perteneciendo a Liesel

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𝗕𝗮𝗱 𝗟𝗼𝘃𝗲 𝗧/𝟮; Tom and Bill KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora