- Las heridas mortales tienen de particular que se ocultan, pero no se cierran: siempre dolorosas, permanecen vivas y abiertas en el corazón.
- El conde de Montecristo.
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Ya habían pasado unos cuantos días desde la llegada de Wally y Sally al vecindario. En ese tiempo, Sally aún se estaba adaptando a la nueva paz y tranquilidad de su hogar temporal. Para ella, el despertar sin el sonido de los automóviles pasando frente a su casa era algo nuevo. La paz que le produjo el vecindario fue tanta que la rubia solía levantarse tarde debido al poco ruido que había en el exterior.
En este tiempo, Wally solo la llevó a conocer un poco del vecindario sin presentarle a más personas. Solo conocía a Barnaby, su mejor amigo, y a Poppy. Solía llevarla en dirección contraria a donde Julie y Frank vivían. Le mostró el viejo parque donde solía ir, la tienda de Howdy sin presentarle a este último, entre otros lugares como la casa de Poppy y Barnaby. Siempre que Sally quería ir a conocer el otro lado de la calle, Wally se alteraba diciéndole que no había nada más que ver allí y la llevaba a casa, dejando a la rubia con un sabor de boca agridulce.
Así pasaron 6 días, donde ellos solo salían de paseo por la noche. Wally siempre se aseguraba de que no hubiera nadie en la calle para salir con ella. Poppy venía uno que otro día solo para conocer a su nueva vecina y llevarle algunos postres de bienvenida.
Sally se sentía agradecida con el recibimiento hacia su persona, que sentía que tenía que regresarles el favor a la pelirroja y a Barnaby, quien a veces acompañaba a Poppy solo para ver a Wally y comer con ellos.
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