Capítulo once

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𝐒𝐓𝐎𝐋𝐄𝐍 𝐏𝐎𝐖𝐄𝐑

Tras lo sucedido en la noche de ayer, durante el día de hoy no me había atrevido a salir de mi habitación por miedo a cruzarme con Klaus. Él no había mencionado lo ocurrido en ningún momento pero bajo mi punto de vista eso era peor, pues significaba que algo malo se avecinaba.

Unos fuertes ruidos provenientes del patio interior de la casa llamaron mi atención devolviéndome de nuevo a la realidad. Sin salir del cuarto intenté agudizar mis oídos para escuchar, pero nada. No se oía nada.

En estos momentos desearía que Klaus me hubiese convertido cuando pudo.

El golpe sordo que sonó en mi puerta me hizo dar un brinco hacia atrás. Habían lanzado algo contra ésta.

Bueno, lo que estaba claro era que fuera quién fuera estaba cabreado, pero, ¿por qué?

Cuando parecía haberse calmado el ambiente me atreví a salir para encontrarme a un Marcel enfurecido mirando con rabia a Nik, quién para mi sorpresa reflejaba comprensión ¿o tristeza? en su rostro.

— Así no la traerás de vuelta —fueron las palabras del rubio.

— Esto es culpa tuya —lo señaló acusándolo de algo—. Nunca debí dejar que te acercarás a ella.

¿Ella? ¿De quién estaban hablando?

Dos personas se me vinieron a la mente. Una rubia y otra morena. Y por el bien de ambos esperaba que no les hubiese pasado nada a ninguna.

— Marcel... —intentó calmarlo Nik pero fue en vano.

— Está ciudad iba bien sin ti. ¡Nos iba bien! ¡Davina estaba a salvo! ¡Todo estaba bajo control!

Davina. A ella se referían. No fue difícil encajar las piezas para llegar a la conclusión de que algo terrible le había sucedido a la bruja. ¿La muerte? ¿O algo más?

La respuesta llegó al momento.

— Siento que la chica haya muerto, pero no pierdas la perspectiva. Tenemos una comunidad, los vampiros de esta ciudad...

— ¡No me importan los vampiros! ¡Ha muerto! ¿Es qué no lo ves?

Parecía que en cualquier momento Marcel se lanzaría contra Klaus. Estaba lleno de rabia, a un nível en el que la desprendía por todos los poros de su piel.

El rubio se acercó hasta él colocándole la mano en el hombro para luego fundirse en un abrazo buscando así reconfortarle.

— Lo siento —murmuró—. Piensas que no entiendo tu dolor, pero te equivocas —levantó la vista hasta que su mirada se encontró con la mía—. Sé lo que es ver morir delante de tus ojos a alguien que amas, y sé lo que es que esa muerte sea en manos de alguien en quién confías.

Un nudo se instaló en mi garganta al escuchar sus palabras. No quería pensar cosas que no eran, pero por la forma en la que esa frase había salido de su boca sabía a quién se refería.

A mí.

Estaba recordando el día en el que Aurora se atrevió a asesinarme.

𝐌𝐄𝐀𝐍𝐓 𝐓𝐎 𝐁𝐄 ↠ Klaus M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora