Desesperación

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—Sasuke,  estás loco si te pasa por la mente acepar su propuesta —decía Suigetsu  tras haber dado un fuerte golpe en el escritorio del aludido— ¿Ya  consideraste a caso que es una menor de edad?

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—Sasuke, estás loco si te pasa por la mente acepar su propuesta —decía Suigetsu tras haber dado un fuerte golpe en el escritorio del aludido— ¿Ya consideraste a caso que es una menor de edad?

El azabache miraba varios documentos que sostenía en sus manos sin darle la mayor importancia a lo que su amigo le decía. Uchiha permaneció inmutable exasperando al albino, hasta que el comunicador de la oficina sonó.

—Señor, la señorita Seidou está aquí ¿la hago pasar?

—Que espere un minuto.

—Reconsidera lo que vas a hacer —musitó Hozuki con seriedad— Además, si tu hermano se entera...

—Sólo quiero hablar con ella e Itachi no tiene porqué enterarse —bajó los papeles que había estado leyendo— Retírate y hazla pasar de inmediato.

—Oye no, al menos quiero estar... —Uchiha la miró con seriedad interrumpiendo cualquier frase de su interlocutor. Suigetsu lanzó un cansado suspiro colocando su diestra en la frente— Está bien, es tu vida. Por mi, arruínala.

El ojivioleta tomó su abrigo y salió de la oficina murmurando pestes. Apenas pasaron unos segundos de la salida de su amigo, la joven pelirroja que había conocido en la ceremonia de becas, apareció frente a la puerta. Sasuke hizo un ademán para invitarla a sentar frente al escrito, y durante el trayecto, paseó su mirada en el aspecto de la joven. Era una chica ordinaria, superficialmente no había mucho que llamara la atención, a excepción de su cabellera roja, que resaltaba aún más por su piel pálida. Su atavío era sencillo, y a leguas se notaba su procedencia humilde, especialmente porque en sus anteojos se notaban al menos dos intentos de pegar el armazón con cinta adhesiva, y pese a todos esos detalles, aquella chica tenía presencia, porte y en la mirada, estaba la determinación que Sasuke había observado en ella el día en que la conoció.

—Buenas tardes. Se me informó que quería verme.

—Se me ha informado que estás haciendo los trámites para declinar la beca ¿por qué?

—Ya se lo dije. Las condiciones de la beca me prohíben trabajar. Necesito ganar dinero para ayudar en casa.

—¿Por qué no me dijiste que tu madre está en el hospital y me pediste ayuda en lugar de ofrecerte?

—¿Para qué me llamó exactamente señor Uchiha? —La cuestión tomó por sorpresa al varón, pues pocos eran los que llegaban a desafiarlo o desviarles los temas— No creo que sea para hablar de mi familia.

—Sólo responde.

El azabache recargó sus codos en el escritorio colocando sus manos frente a su boca. Miraba con expectativa a su invitada, quien permanecía sentada sosteniéndole la mirada. Ninguno habló durante algunos segundos hasta que la joven terminó por ceder a la demanda.

—Ustedes los hombres de negocios sólo sueltan el dinero a cambio de algo. No espero ayuda caritativa de nadie y mucho menos de gente de poder, así que era más factible que aceptase mi oferta de intercambio a que me diera una limosna —él no podía creer lo que oía, especialmente porque aquellas palabras no sonaban como las que diría una joven de su edad— Por accidente escuche la conversación y creí que sería buena idea ofrecerme. Daría baja temporal para tener al niño, ganaría una suma importante para atender a mi madre con probabilidades de volver a la escuela y usted tendría un hijo. Todos saldríamos ganando.

Padre solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora