El amor existe

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Él, que sólo había conocido de su familia el amor siendo decepcionado  por la ambición del resto del mundo, gustaba del empeño que Karin ponía  por cuidar de su familia

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Él, que sólo había conocido de su familia el amor siendo decepcionado por la ambición del resto del mundo, gustaba del empeño que Karin ponía por cuidar de su familia. Esa sólo era una razón que lo atraía a ella, porque sin darse cuenta, al convivir, se sentía cómodo a su lado; él percibía que de una u otra forma se entendían, y aunque sus gustos en pasatiempos y otras cuestiones no siempre coincidían, eran esas diferencias lo que lo hacía sentir complementado a su lado.

Como hombre adulto, Sasuke sabía que aquellos sentimientos no estaban bien, y no era que su mayor problema fueran los asuntos legales y el qué dirán, pues a pesar que ello podría llevar problemas más serios, lo que realmente le preocupaba era ella. Es decir ¿cómo podría simplemente plantarse frente a la chica y decirle "estoy interesado en ti"? Hacerlo la haría sentir incómoda, y él no quería perder aquellos armoniosos encuentros, además, declarársele era injusto para la joven, pues el hecho de que él se interesara en ella, inquiría que deseaba algo serio; y aún en la lejana posibilidad de que Karin cediera, sería robarle experiencias que debían ser adquiridas con gente de su edad. Hablando de gente de su edad, seguramente ella no sólo extrañaba a su familia, sino también a sus amigos y sus costumbres como quinceañera.

Por decisión propia, Sasuke decidió alejarse de ella, evitando el contacto físico entre ellos. Seguía visitándola, pues no quería perder los momentos a su lado, así como el de tener cierto contacto con su hijo. No era sano para ninguno de los que él siguiera tocándola, porque de un momento a otro pasaba de la felicidad de estar próximo a su hijo, a aquella atracción que sentía por la adolescente. Procuró sus visitas cuando ella dormía —nada difícil cuando el embarazo parecía tenerla cansada constantemente—, para no caer en tentaciones, y especialmente para que ella no detectara cambios en su actitud; porque él no subestimaba su inteligencia, ni mucho menos su nivel de observación.

Sin embargo, las cosas para él se volvían difíciles, pues extrañaba poder tener interacción constante con ella, y al mismo tiempo sentía que perdía valiosas oportunidades de estrechar lazos, no sólo con ella, sino con su hijo. Al cumplirse las veintisiete semanas el azabache tomó una decisión, una que le causaba revuelo, pero que ya había meditado meticulosamente: se lo diría.

La decisión era muy arriesgada, pero estaba decidido a hacer ¿la razón? Él ya no podía tolerar esa separación emocional y por mucha comodidad que pudiera causarle a ella sería mejor para los, pues no había duda que él sería rechazado, y el que ella se sintiera incómoda, impediría que él siquiera pudiera seguir pensándola como prospecta. Además, si ella le mostraba desprecio, sería más fácil para él controlar aquella atracción sexual que le provocaba.

Una vez tomada la decisión, optó por realizar la confesión el fin de semana, para que él no tuviera presiones del trabajo y principalmente tener el tiempo de estar con ella; empero, el haber decidido decirle las cosas lo impacientaron, pues quería decírselo de una buena vez para dejar en pensar estupideces. Por lo que organizó sus asuntos y salió temprano de la oficina para encontrarse con ella.

Padre solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora