Madre e hijo

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Desde que Karin supo distinguir el amor que crecía por su hijo –en  ese entonces no nato− no dejó de preguntarse si volvería a ver su hijo,  pero la cuestión que más le atormentaba era que Kisho la odiara por ella  irse y no comunicarse, por ello,...

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Desde que Karin supo distinguir el amor que crecía por su hijo –en ese entonces no nato− no dejó de preguntarse si volvería a ver su hijo, pero la cuestión que más le atormentaba era que Kisho la odiara por ella irse y no comunicarse, por ello, cuando vio la decepción en los ojos de su hijo al saber que ella era su madre, quedó en shock, y aunque el dolor le gritaba que se fuera corriendo y no volver a presentarse frente al niño, el amor que no había dejado de sentir por el hijo que no conoció la detuvieron.

Cuando Kisho aceptó hablar con ella, el miedo volvió a ella y deseaba no tener aquella conversación, pero fue demasiado tarde, pues Itachi, aprovechando su tamaño y fuerza la fue empujando dentro del juego sin ella poder evitarlo –aunque en el fondo tampoco lo deseaba−. Estaba hundida en un mar de emociones contradictorias.

Los primeros segundos del juego tanto ella como Kisho quedaron callados sentados uno frente al otro, y quizá de ser adultos ambos habrían quedado así más tiempo, pero la curiosidad de los niños y su impaciencia son diferentes a las de un adulto, por lo que Kisho fue quien rompió el silencio.

−Ma... mamá... −llamó Kisho con duda, pues Karin se encontraba con la mirada gacha, un tanto por no saber qué decirle y otro tanto por no querer volver a sentir aquél dolor que la mirada de decepción de su hijo le había provocado. Por inercia levantó el rostro al oírlo llamarla... era la primera vez que él le decía "mamá" y así como le nació un dolor profundo al pensar en que se había perdido de ocho años de "mamá", un calor indescriptible le había embargado el corazón con tan sólo cuatro letras− ¿No me quieres? −El corazón se le partió en mil pedazos porque no sólo la pregunta era terrible, sino que la mirada del pequeño se había llenado de lágrimas al apenas pronunciar su interrogante− ¿Es porque me porto mal? –no dejaban de caer las gruesas lágrimas de los ojos del pequeño que la miraba con insistencia− Perdóneme, prometo portarme bien, pero quédate conmigo –se levantó del asiento y corrió a abrazarla desbordando el llanto que Kisho había guardado por años− Por favor no te vuelvas a ir mamá, yo te quiero mucho.

Sin si quiera poder darse cuenta, lágrimas comenzaron a resbalar por su rostro y la insistencia de Kisho al suplicar que se quedara, así como la forma en que un pequeño cuerpo se aferraba a ella le cerraron la garganta. No podía contestarle, tampoco podía dejar de llorar y lo único que pudo hacer, más por instinto que por haberlo pensado así, fue el estrechar a Kisho entre sus brazos para consolarlo, pero sin meditarlo, estrechó el abrazo casi de la misma forma en que él se le aferraba y es que en ese íntimo momento, sintió que le iría la vida si una vez más se separaba de Kisho. Porque si, después de haberlo tenido y no conocerlo le provocó una depresión posparto tan severa que el psicólogo con el que había asistido le había sugerido ver a su hijo como parte de la terapia, pero ella había hecho una promesa, y sabía que ver al bebé la llevarían a rogar por recuperarlo, y para esas fechas ya era demasiado tarde según el acuerdo.

Abandonó el psicólogo cuando esté siguió insistiendo porque viera a Kisho, y buscó cómo alejarse de todo aquello que la conectara con los Uchiha para no tener que caer en tentaciones. Aquél periodo fue de los más difíciles en su vida, pues muchas veces deseaba morir. Lo único que la mantuvo cuerda y en vida fue pensar en seguir ayudando a su madre y por supuesto cuidar de sus hermanos.

Padre solteroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora