Estamos predestinados [PERAYA]

Capítulo 7: Solo tengo ojos para ti

Krist POV

—Oye, ¿Qué está mal? —Sollocé y miré a un niño de mi edad. Su pelo era negro y tenía ojos cafés amistosos. Me encogí de hombros y me limpié la nariz con la manga. Quería estar solo y llorar. No quería explicarle las cosas a un extraño.

—Nada —murmuré, y contemplé mis zapatillas sucias.

Acababa de comprar mis brillantes zapatillas blancas la semana pasada, pero ahora después de correr por el bosque en medio del barro estaban todas sucias. No importaba. Mamá se molestaría. No era mi intención. Nunca quise ensuciarlas. Necesitaba aprender a no hablar con extraños.

—Algo te está molestando —dijo el niño y se sentó en el escalón del pórtico junto a mí.

¿Quién es este chico?

—Sólo cosas —dije, jugueteando con los cordones de mis zapatos sucios.

—Soy bueno para arreglar cosas. Apuesto a que, si me lo dices, yo podría ayudar —respondió.

¿Es en serio?
Sólo quiero que me dejes en paz.

Me encogí de hombros, pensé que la verdad probablemente lo haría huir. Levanté la cabeza y lo miré fijamente.

—Vi a mi abuela muerta hoy. Fuimos a su casa porque tuvo un ataque al corazón y murió. Todo el mundo se puso vestidos negros y fuimos a visitar a su ataúd en su casa y a comer y otras cosas. La vi allí tirada. Parecía dormida, pero no respiraba. Luego fui a la cocina para encontrar los libros para colorear que siempre dejaba para mí. Y allí estaba. Sonriendo como siempre lo hacía. Estuve tan feliz de ver que había despertado. Fui a abrazarla y se había ido.

Me detuve, esperando la mirada horrorizada en el rostro de mi madre que me había dado cuando le conté la misma historia, pero no fue así. Tal vez él no lo entendía.

—Así que me di la vuelta y allí estaba de nuevo. De pie detrás de mí. Parecía triste y negó con la cabeza hacia mí. Me sentí tan feliz de verla con vida que corrí a decirle a mamá. Pero cuando volví a la habitación donde el ataúd, mi abuela todavía seguía allí tendida como si durmiera y mi madre seguía llorando.

Me detuve otra vez, esperando que el niño se parara y huyera de mí. Pero seguía sentado, esperando a que dijera algo más. Quería que alguien me escuchara hoy. En cambio, mi mamá me había dicho que lo dejara y me amenazó con no dejarme salir si decía algo más acerca de ello. Para entonces, ella sollozaba tan fuerte que me sentí mal. No quería darle tristeza. Solo trataba de hacerla sentir mejor.

—Continúa —dijo el muchacho.

—Bueno, le dije a mi mamá que me acompañara. La lleve a la cocina y mi abuela seguía de pie como la había dejado. Parecía triste de nuevo y negó con la cabeza hacia mí. Mi mamá no la vio. En cambio, se me quedó mirando y me preguntó de qué se trataba. Le señalé a mi abuela y mi madre todavía no vio nada. Frunció el ceño, bajo la mirada y me dijo que tenía que volver con las visitas. Luego le hablé de que la abuela estaba allí y se congeló. La expresión de su rostro no era feliz. Me miró... muy, muy asustada.

No terminé. Sabía que el niño se escaparía de mí ahora.

—Por lo tanto, viste el alma de tu abuela —respondió con total naturalidad. Asentí con la cabeza.

—Creo que, eso era como su fantasma.

—Sí, es como su fantasma.

Me sequé los ojos. Las lágrimas habían cesado desde que el niño había aparecido.