Capítulo 1: Ya casi es la hora

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Krist POV

Sólo me di vuelta para ver los bonitos globos. Me gustó el de color rosa, era el mejor. Me recordaba a la goma de mascar. Pensé en algo que podía prometerle a mamá que haría, si me compraba uno.

Tal vez limpiar debajo de mi cama o quizás arreglar los zapatos en su armario. Pero sólo me detuve un segundo y pensé en eso. Ahora, mi mamá se había ido. Las lágrimas nublaron mi visión y emití un sollozo aterrorizado. Me advirtió que podría perderme en la multitud si no mantenía su ritmo.

Normalmente, tomo su mano cuando estamos en muchedumbres, pero hoy llevaba una pila de libros. Había sido mi responsabilidad no perderla.

Pero lo hice. ¿Dónde dormiría? Miré nerviosamente a la gente que colmaba las calles. El Festival de las Artes y Entretenimiento había traído gente de todas partes a nuestro pequeño pueblo.

Estirando mi mano para limpiar mis ojos, para poder encontrar un oficial de policía que me ayudé, sollocé y por un segundo olvidé mi crisis, cuando me alcanzó.

—No llores, yo te ayudaré.

Frunciendo el ceño, estudié al niño delante de mí. Su cabello negro corto y ojos grandes pero amigables lucían preocupados. Nunca lo había visto antes. No iba a mi escuela. Tal vez era un turista.

Quienquiera que fuese, sabía que no me podía ayudar. Era sólo un niño también.

—Perdí a mi mamá —dije, sintiendo vergüenza de que me hubiera sorprendido llorando. Asintió y extendió su mano.

—Lo sé. Voy a regresarte con ella. Está bien, te lo prometo.

Tragando el nudo en mi garganta, pensé en su oferta. ¿Podría ayudarme? Dos pares de ojos buscando un oficial de policía eran mejores que uno, supongo.

—Umm, si pudieras ayudarme a buscar a un policía para poder encontrarla estaría bien. —Me sonrió como si pensara que era divertido. No fue una broma y nada de esto era motivo para sonreír.

—Realmente sé dónde está. Confía en mí —Su mano seguía tendida hacia mí.

Con el ceño fruncido, pensé en todas las razones por las que esto era probablemente una mala idea. No podría ser mucho mayor que yo. Tal vez tenía siete como mucho. Pero parecía tan seguro de sí mismo. Además, no era un adulto desconocido. No me secuestraría.

—Está bien —Respondí finalmente, deslizando mi mano en la suya. Su rostro pareció relajarse. Esperaba que no consiguiera que nos perdiéramos. —¿Dónde están tus padres? —pregunté, dándome cuenta de que quizá podrían ayudar.

—Por aquí, en alguna parte —respondió y una pequeña mueca le arrugo la frente. —Ven conmigo —Su voz era suave, pero firme. Del tipo que me recordaba la de un adulto.

Me mantuve a su lado mientras tejía una ruta a través de los cuerpos en nuestro camino. Traté de echar un vistazo a la gente mientras nos apresurábamos, para ver si reconocía a alguien, pero no tuve suerte.

—Ahí está —dijo el niño cuando detuvo nuestra búsqueda, y señaló con el dedo hacia la acera de enfrente.

Efectivamente, allí se encontraba mi mamá y parecía realmente molesta. Tenía una mirada asustada en su rostro mientras se agarraba de los brazos de la gente que pasaba y les hablaba frenéticamente. Me di cuenta que me buscaba. Necesitando tranquilizarla, solté la mano del muchacho y eché a correr en su dirección. Sus grandes, redondos y aterrorizados ojos me encontraron y dejó escapar un sollozo, luego comenzó a llamar a mi nombre.

Estamos predestinados [PERAYA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora