Capítulo 39

98 21 4
                                    

Miro la rosa nuevamente y la sujeto con las manos. Pensar en mis recuerdos con Sett no curará mi corazón roto, pero espero que pueda suavizar un poco el dolor que siento ahora mismo. Pero la rosa se me cae al suelo cuando oigo una voz que dice:

—Qué conmovedor, Pastelito. Muy, muy conmovedor.

Me inclino hacia delante, y contemplo boquiabierto a la perfecta Raynare. Está de pie frente a mi, con la pose propia de una señorita remilgada, con las piernas cruzadas, las manos enlazadas sobre el regazo y la espalda recta.

—Ha sido muy lindo que llamaras a Sett después de conjurar esa pequeña y mojigata escena de amor en tu cabeza. —Se echa a reír mientras me recorre con la mirada—. Y sí, todavía puedo leer tus pensamientos. ¿Tu pequeño escudo psíquico? Es más fino que el Sudario de Turín, me temo. De todas formas, en lo que respecta a Sett y a ti como pareja y vuestro «fueron felices y comieron perdices» —Sacude la cabeza—. Bueno, entenderás que no puedo permitir que eso ocurra. Resulta que mi trabajo en esta vida es destruirte, y, por si no lo sabes, todavía puedo hacerlo. Te recuerdo también que Lilith no te quiere vivo.

La observo mientras me concentro en mantener mi respiración lenta y regular y en alejar de mi mente todo pensamiento incriminatorio, ya que sé que ella los usará contra mí. Pero tratar de despejar tu mente es tan efectivo como pedirle a alguien que no piense en elefantes porque a partir de ese momento, solo puede pensar en elefantes.

—¿En elefantes? ¿De verdad? —Deja escapar un gemido, un sonido grave y malvado que resuena en la estancia—. Por el amor de Dios, ¿qué ha visto Sett en ti? —Vuelve a examinarme de arriba abajo con desdén—. Está claro que no es tu intelecto ni tu ingenio, puesto que todavía no hemos visto evidencia alguna de que existan. ¿Y tu idea de la escena de amor? Tan propia de Disney o del Family Channel tan espantosamente aburrida. De verdad, Aphelios, ¿Tengo que recordarte que Sett lleva en el mundo centenares de años por tu culpa? —Sacude la cabeza en un gesto de exasperación.

—Si buscas a Sett, debo decirte que no está aquí. —Mi voz suena ronca, afónica, como si no la hubiera utilizado desde hace días.

Ella arquea una ceja.

—Créeme, sé muy bien dónde está Sett. Siempre sé dónde está Sett. A eso me dedico.

—Así que te dedicas a acecharlo. —Aprieto los labios. Sé que no debería provocarla, pero lo cierto es que no tengo nada que perder. Va a intentar matarme de todas formas.

Raynare frunce los labios y levanta una de sus manos para examinar la manicura perfecta de sus uñas.

—Ni mucho menos —murmura.

—Bueno, si en eso has decidido emplear los últimos trescientos años, debo decir que...

—Más bien seiscientos, insignificante monstruito. Seiscientos años. —Me recorre con la mirada y frunce el ceño.

«¿Seiscientos años? ¿Habla en serio?»

Raynare pone los ojos en blanco.

—Los mortales sois tan aburridos, estúpidos, predecibles y ordinarios. No obstante, a pesar de todos vuestros evidentes defectos, es obvio que siempre conseguís despertar en Sett ese afecto que le impulsa a alimentar a los hambrientos; a servir a la humanidad; a luchar contra la pobreza; a luchar contra los vertidos; a reciclar; a meditar sobre la paz; a decir no a las drogas, al alcohol y al consumismo, y a todas esas estupideces que no sirven para nada. Persigue absurdas causas altruistas. ¿Y para qué?¿Para que la zorra de su madre vea que es un buen chico?¿Para que la ausencia de su padre duela menos?

Avanza hacia a mí. Su sonrisa se hace más amplia con cada paso que da sobre el agua. Parece una gata siamesa.

—Si te soy franca, Aphelios, no puedo entender qué es lo que has visto en él. Y no me refiero a lo que ven en él las demás mujeres y, admitámoslo, también la mayoría de los hombres. No, me refiero a que Sett y tú siempre sufrís cuando estáis juntos. Sett es el responsable de que estés pasando por todo esto. Si no hubieras sobrevivido a ese maldito accidente —Sacude la cabeza—. Creí que era seguro marcharme, estaba convencida de que habías muerto, pero de repente ¡Sorpresa! Sett se traslada a California porque ha conseguido traerte de vuelta a la vida. — Vuelve a sacudir la cabeza furiosa—. Pero lo cierto es que me aburres, y está claro que eso no es culpa mía.

Me observa, pero yo me niego a responder. Todavía intento descifrar sus palabras Entonces ¿Si es cierto que Drina provocó el accidente?

Ella me mira y eleva la vista al cielo.

—Sí, yo provoqué el accidente. Ya te lo dije en nuestro anterior encuentro ¿Por qué hay que explicártelo todo como si fueras tonto? —Sacude la cabeza una vez más—. Fui yo quien espanté al ciervo que invadió la carretera y se puso en vuestro camino. Sabía que tu padre era un estúpido bobo sentimental de buen corazón que estaría dispuesto a arriesgar la vida de su familia para salvar a un ciervo. Ya te he dicho que los mortales sois muy predecibles. Sobre todo los que sois sinceros y siempre tratáis de hacer el bien. —Se echa a reír—. Con todo, al final fue casi demasiado sencillo como para resultar divertido. Aunque no te equivoques, Aphelios, esta vez Sett no está aquí para salvarte, y te aseguro que pienso quedarme para cerciorarme de que he cumplido mi objetivo para que Lilith se sienta bastante orgullosa de mi.

Le echo un vistazo a la estancia en busca de algún tipo de protección y me fijo en una barra de metal oxidada que hay en el suelo al otro lado del patio, pero sé que no lo cogería a tiempo. No soy tan rápido como Sett y Raynare. Al menos, creo que no lo soy. Y no hay tiempo para descubrirlo.

Ella suspira.

—Faltaría más por favor, coge la barra; me importa un bledo. —Comprueba la hora en su reloj con incrustaciones de diamante—. Me gustaría mucho acabar de una vez, si no te importa. Por lo general, me tomo mi tiempo y me divierto un poco, pero hoy es San Valentín y todo eso, y tengo planeado cenar con mi amorcito tan pronto como acabe contigo. —Sus ojos se han oscurecido y tiene la boca retorcida; por un fugaz momento, toda la maldad que alberga en su interior aflora a la superficie.

Sin embargo, desaparece con la misma rapidez y es sustituida por una belleza tan arrebatadora que resulta difícil no quedarse embobado mirándola. Avanza con sigilo hacia delante; da pasos rápidos y silenciosos hasta que se sitúa justo delante de mí y ya no tengo tiempo para reaccionar—. Pienso eliminar tu existencia tantas veces haga falta, porque no eres mas que una vergüenza para todos.

Extiendo el brazo para coger un ladrillo suelto que había sumergido en el agua de la puerta con la idea de estampárselo en la cabeza, pero ella se abalanza contra mí con tanta rapidez que me hace perder el equilibrio y me aplasta contra el suelo lleno de agua. Me quedo sin aliento y caigo al suelo. Oigo el ruido que produce mi cabeza al abrirse contra el suelo y veo el charco de sangre cálida que mana de mi cráneo, se funde con el agua y llega hasta mi boca. Y antes de que pueda moverme o hacer algo para defenderme, Raynare se coloca encima de mí y desgarra con las uñas mi ropa, mi cabello y mi rostro sin dejar de susurrarme al oído:

—Ríndete, Aphelios. Relájate y deja que ocurra. Ve a reunirte con tu familia feliz; todos están esperándote. No estás hecho para esta vida. No te queda nada por lo que vivir. Y ahora tienes la oportunidad de abandonarla.

De repente la puerta se ilumina, y una figura aparece a través de ella.

ETERNO (SettxAphelios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora