Temporada 2 - capítulo 17

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Te encuentras bien? —pregunta Yuuji, cuyo rostro refleja la angustia y el dolor que mi entumecimiento me impide sentir.

Me encojo de hombros. No estoy bien. ¿Cómo voy a estar bien si ni siquiera estoy seguro de qué va mal?

—Sett es gilipollas. —señala secamente.

Me limito a suspirar. Aunque no puedo explicarlo, aunque no logro comprenderlo, sé por instinto que las cosas son muchísimo más complicadas de lo que parecen. Es algo que acabas aprendiendo.

—No, no lo es —murmuro. Salgo del coche y cierro la puerta con más fuerza de la necesaria.

—Aphelios, por favor Venga, siento ser yo quien te lo diga, pero tú has visto lo que yo he visto, ¿verdad?

Empiezo a caminar hacia Juvia, que espera junto a la puerta.

—Créeme, lo he visto todo. —respondo.

Revivo la escena en mi mente una y otra vez; me fijo en sus ojos distantes, en su energía carente de entusiasmo, en su absoluta falta de interés en mí

—Entonces, ¿estás de acuerdo en que es un gilipollas? —Yuuji me mira con atención para asegurarse de que no soy del tipo de chico que permite que un tío lo trate de esa manera.

—¿Quién es un gilipollas? —pregunta Juvia, que nos mira a uno y a otro.

Yuuji me pide permiso con la mirada y, al ver mi gesto indiferente, clava la vista en Juvia y contesta:

—Sett.

Juvia frunce el ceño mientras su mente se llena de preguntas, pero yo tengo mi propio repertorio, cuestiones que probablemente no tengan respuesta. Por ejemplo:

«¿Qué narices ha ocurrido?».

Y:

«¿Desde cuándo Sett tiene aura?».

—Yuuji puede informarte de todo —le digo antes de alejarme.

Hoy más que nunca desearía ser normal, apoyarme en ellos y llorar sobre sus hombros como un chico normal y corriente. Pero resulta que esta situación es mucho más complicada de lo que sus ojos mortales son capaces de apreciar. Y, aunque todavía no puedo demostrarlo, si quiero obtener respuestas, tengo que ir directa a la fuente. Y esta vez, sin miedos.

Cuando llego a clase, en lugar de titubear junto a la puerta como suelo hacer, me sorprendo a mí mismo entrando sin más. Y cuando veo a Sett apoyado contra el borde de la mesa de Chloe sonriendo, lomeando y coqueteando con ella, me siento inmerso en un caso grave de déjà vú.

«Puedes manejar perfectamente la situación», me digo. «Ya lo has hecho antes.»

Recuerdo la época, no muy lejana, en la que Sett fingía interesarse en Chloe para poder llegar a mí.

Sin embargo, cuanto más me acerco, más seguro estoy de que esto no tiene nada que ver con la última vez. En aquel entonces lo único que tenía que hacer era mirarlo a los ojos para encontrar un efímero brillo de compasión, un atisbo de arrepentimiento que no podía ocultar.

Ahora no aparta la vista de Chloe mientras ella lleva a cabo el ritual de batir pestañas, sacudir el pelo y presumir de escote como si yo fuera invisible.

—Hum perdonad. —Ambos levantan la vista, claramente molestos por mi interrupción—. Sett, ¿Podríahablar contigo un momento? —Me meto las manos en los bolsillos para que no vean cómo me tiemblan. No pienso mostrar debilidad alguna, así que me esfuerzo por respirar tal y como lo haría una persona normal y relajada:

inspirar y espirar, lenta y regularmente, nada de jadeos ni resuellos.

Chloe y él se miran un instante y estallan en carcajadas al mismo tiempo. Y justo cuando Sett está a punto de hablar, llega el señor Robins y exclama:

—¡Todo el mundo a su sitio! ¡Quiero veros a todos en vuestro lugar!

Así pues, señalo nuestras mesas y le digo:

—Después de ti.

Lo sigo y resisto el impulso de agarrarlo del hombro, darle la vuelta y obligarlo a mirarme a los ojos mientras le grito: «¿Por que me has abandonado? ¿Qué te ha ocurrido? ¿Cómo pudiste hacerlo esa noche precisamente?».

No obstante, sé que esa clase de confrontación directa me perjudicaría. Sé que si quiero llegar a alguna parte tengo que mantener la calma y la tranquilidad. Jugar bien mis cartas. Dejo la mochila en el suelo y coloco el libro, el cuaderno y el bolígrafo sobre mi mesa. Sonrío como si no fuera otra cosa que un compañero circunstancial que quiere charlar un poco el lunes por la mañana y le digo:

—Bueno, ¿qué has hecho este fin de semana?

Él se encoge de hombros y recorre mi cuerpo con la mirada antes de clavar los ojos en los míos. Y es en ese preciso instante cuando me doy cuenta de los horribles pensamientos que me llegan desde su mente. Dado que ahora que tiene aura, yo juego en una casilla por delante él.

«Bueno, tengo que reconocer que mi acosador al menos está bueno», piensa, y frunce el ceño al verme extender la mano para coger el iPod. Quiero dejar de escucharlo, aunque sé que no puedo arriesgarme a perderme algo importante, por mucho que me duela. Además, nunca antes he tenido acceso a la mente de Sett, jamás he sido capaz de escuchar lo que pensaba. Pero ahora que puedo, no sé muy bien si quiero.

Luego tuerce la boca hacia un lado y entorna los ojos mientras Piensa: «Es una lástima que sea un psicópata. Está claro que no merece la pena tirárselo».

Esas palabras hirientes son como una puñalada en el pecho. Sus pensamientos me deja tan atónito que olvido que no estaba hablando en alto y le pregunto a voz en grito:

—¿Perdona? ¿Qué es lo que acabas de decir?

Todos mis compañeros se giran y me miran fijamente. Se compadecen de Sett por tener que sentarse a mi lado.

—¿Ocurre algo señor Kurosaki? —pregunta el señor Robins, que está mirándonos a ambos.

Permanezco sentado, sin habla. Mi corazón se derrumba cuando Sett sonriente, mira al señor Robins y

dice:

—No pasa nada, profe. Simplemente este tío es un bicho raro.

ETERNO (SettxAphelios)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora