Viernes 11 de mayo de 20XX. Oficinas del CISEN; México
En medio de los pasillos, aún con el estrambótico ruido de las personas hablando por medio de teléfonos, se lograba percibir el sonido de los zapatos del Capitán Sergio Martínez chocando con la reluciente loza que adorna las oficinas de Inteligencia Mexicana. Ataviado con su uniforme de vestir, propio de la Marina, se aproximaba a la sala de juntas a la cual lo habían citado; la carta parecía más una orden que una invitación, por lo cual no dudó ni un momento en acudir.
Doblando a la derecha en el cruce con otro pasillo, miró a una mujer con guerrera del ejército sentada frente a la sala donde a él lo llamaran.
A solo unos cuantos pasos de la militar, ella lo observó y se paró firme para recibirlo, se colocó su boina roja y saludó con la mano en la sien.
–Buenos días –saludó enérgica–, señor. Mayor Amelia Rodríguez. –Terminó extendiendo su mano.
–Un gusto, Mayor. –Sergio igual contestó el saludo a la sien y estrechó su mano–. Boina roja –dijo mirando su distintiva–. ¿Tiradores selectos?
–Así es, señor.
Ella lo examinó de arriba a abajo por unos segundos.
–Las insignias me indican Capitán de la Marina y la boina negra que pertenece al Alto Mando. ¿Es correcto? –Arqueó la ceja ante su suposición.
–Está en lo correcto. –Confirmó él–. Capitán Sergio Martínez.
–Un gusto conocerlo, Capitán –dijo ella con una sonrisa.
Tras esa breve presentación entre ellos, a lo lejos se escuchaba un barullo que se acercaba cada vez más. Estaban hablando como si fueran dos amigos que llevan varios años sin verse.
–No puede ser –dijo la Mayor girándose a donde venían las voces–. No puedo creer que sea él – su tono parecía serio, a comparación de cuando hablaba con el Capitán, como si se estuviera lamentando de algo.
El Capitán solo miró a la Mayor algo confundido por su comportamiento en los últimos minutos.
Por el otro extremo del pasillo aparecieron dos tenientes platicando a gusto, ambos con su uniforme convencional, mientras uno portaba su boina verde, el otro la mantenía guardada en su hombrera. El segundo tenía sus manos guardadas en los bolsillos de su pantalón, como despreocupado de las cosas.
–Vaya, miren a quién tenemos aquí. Es la Mayor Amelia Rodríguez –dijo el Teniente Eduardo Torres mientras saludaba con la mano en la sien.
–Teniente Torres. Un gusto verlo de nuevo –el tono de Amelia pasó de jovial a serio–. Teniente Escamilla –dicho nombramiento fue más frío.
–Mayor –se limitó a decir el último mencionado aún con las manos en las bolsas.
–Será mejor que se ponga su boina, Teniente. Podría llegar a usarla en unos instantes –el aseguramiento tenía toques de orden por parte de la Mayor.
–¡Oh! Vamos, por...
–Solo hazlo wey –le interrumpió su compañero.
–Que aguafiestas son –a regañadientes terminó por acatar la indicación.
Las puertas dobles de la sala se abrieron de par en par, mostrando en la entrada a la Agente Montiel, al General Dionisio y al Almirante Orizaba, quienes recibieron a los cuatro elementos frente a ellos. Los citados, casi asustados por la presencia de los mayores, se pusieron firmes y saludaron a las sienes casi sincronizados.
–Mi General –dijeron al unísono los representantes del ejército.
–Mi Almirante –contestó el único de la Marina.
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El Cartel de las Dunas
ActionTras los atentados en contra del Presidente de la nación, los agentes del CISEN deciden realizar maniobras extremas para capturar al responsable o responsables de dicho ataque contra el comandante supremo. Como una medida, deciden agrupar a cuatro m...