Capítulo V: Del navío (Estado Unidos)

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Viernes 18 de mayo de 20XX. Aguas internacionales; Mar Arábigo

En el portaaviones CNV-76 Ronald Reagan estaba rondando su zona a plena luz del día. Los tripulantes estaban realizando sus actividades diarias con la normalidad de siempre, cada quien se encontraba haciendo lo que le correspondía en la nave, desde el mantenimiento del cuarto de máquinas hasta la limpieza de la pista de aterrizaje. No había alguien que estuviera desocupado.

En el puesto de mando, los capitanes, maestres y contramaestres estaban al tanto de todo lo relacionado a la navegación en su tablero de control, supervisando que todo fuera viento en popa, con las actualizaciones de la ruta al día. Sin contratiempos hasta el momento, todo perfecto en los informes del mediodía. Simplemente no había algo de qué preocuparse.

—Capitán —dijo uno de los tripulantes— creo que hay un problema.

—¿Qué pasa, muchacho? —Comentó el oficial a su subordinado.

—Hay una nave ajena en nuestra vista.

—¿De dónde proviene?

—Su bandera indica que es... ¿De México? —el sargento estaba extrañado ante su propio descubrimiento.

El capitán del navío, igual de extrañado, le pidió los binoculares para asegurarse de que lo dicho por su subordinado fuera verdad. Y en efecto; con solo mirar al horizonte, notó las banderas e inscripciones para asegurarse de que el buque era mexicano. Mientras el capitán cercioraba el buque de la Armada Mexicana, otro de los oficiales en el puesto de mando se paró y acercó a donde estaban los otros dos, vigilando las acciones de la embarcación mexicana.

—Pensé que llegarían más tarde, pero creo que quieren hacer las cosas rápido.

—¿Usted sabe de esto, Maestre? —Preguntó el Capitán.

—Sí, así es. Necesito saber si hay una lancha con dirección a nosotros.

—Déjeme verifico... —El Capitán estaba revisando los alrededores para saber si una pequeña embarcación estaba aproximándose al portaaviones—. Confirmo. Hay una lancha acercándose a nuestra posición.

—De acuerdo. –Se volteó y, dirigiéndose a un micrófono, se comunicó por los parlantes—. A todos los elementos en cubierta. Prepárense para recibir una lancha aliada por estribor.

Con dicha indicación, los soldados que se encontraban trabajando en sus estaciones, se pusieron al pendiente de lo que estuviera sucediendo al sur de su posición, pues no estaba en los planes de aquel día soleado recibir alguna embarcación amiga. Por lo cual guardaron expectantes a la llegada de sus supuestos aliados.

—¿Hay algo de lo que no estemos enterados, Maestre? —Preguntó algo molesto el Capitán—. Le recuerdo que, si bien usted es el superior, quien dirige esta nave soy yo.

—Tenga cuidado con lo que dice, Capitán. Pero todo lo que ha de saber lo conocerá pronto. Por lo tanto, sígame a recibir a nuestros invitados.

Tan pronto como el Maestre estaba saliendo del centro de mando, el capitán fue a con él para averiguar de qué se trataba la situación.

***

La lancha encargada de llevar a los cuatro soldados mexicanos era manejada por el Capitán Martínez mientras los otros tres estaban acostados con sus armas postradas en los bordes del bote para accionar en caso de algún peligro inminente. Pero eso no fue necesario, pues el camino del artillero mexicano al portaaviones estadounidense fue tranquilo, sin sobresaltos, lo esperado de una zona custodiada por el ejército más poderoso del mundo.

Al llegar, se posicionaron a una distancia prudente de la gigante embarcación con el objetivo de esperar a que los hombres a bordo los suban; no tardaron mucho, pues cuatro cables de tención bajaron para que engancharan su bote y los subieran a cubierta.

El Cartel de las DunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora