Lunes 23 de mayo de 20XX; Kandahar, Afganistán.
El tiempo parecía más lento para los que estaban custodiando al prófugo Rodrigo Chávez, al cual lo tuvieron que amarrar y amordazar para evitar que delatara su posición en un pequeño cuarto para que así pudieran mantener concentrados en su posicionamiento para un posterior enfrentamiento, en dado caso que requieran llegar al uso de las armas contra un enemigo que tenía mucha experiencia en la guerra.
Lo que no sabían es que los mexicanos contaban con un amplio historial en combates contra grupos que parecían pequeños ejércitos en diversos terrenos, desde la selva, el desierto y la ciudad; experiencia que pondrían a prueba en esta ocasión. Después de que el motor de los vehículos del Grupo Escorpion se apagara, el silencio fue total en aquel lugar, donde hasta el más pequeño ruido podría generar un enorme eco, que sería aprovechado por unos o por otros.
Cuando el grupo paramilitar se posicionó en la parte norte del inmueble, mientras la fuerza militar internacional se colocó en la zona sur del otrora almacén, fue cuando la batalla comenzó. No es necesario para ellos comenzar con fuego cruzado, pues esperan evitar un daño directo o colateral; el posicionamiento táctico fue lo que prevaleció en los primeros instantes, en espera de que el otro equipo cometiera un error y así aprenderlo en el instante, sin daño a alguno de los suyos. En posición lineal , cubriendo las espaldas de sus compañeros, el grupo de los mexicanos estaba caminando sigilosamente por el perímetro interno de las ruinas del almacén, en espera de toparse con sus contrincantes y repeler la agresión.
Los pilares que aún se conservaban en pie manteniendo el escaso techo del lugar sirvieron como cobertura para evitar los proyectiles enemigos; tomaban los restos de pared como cobertura para apoyar las armas y tener mejor control en el retroceso de sus armas. Casi como una calca de ambas partes, los dos conjuntos realizaron los mismos movimientos con el fin de tomar mayor ventaja en cuanto a la ocupación del terreno, básico para cualquier militar. Los pasos casi insonoros, combinado con las indicaciones de avanzar hechas con las manos estaban tomando el control de los militares; un pequeño descuido y el caos se desataría. La posición del sol también estaba a favor de ambos grupos, pues estaba en su punto más álgido en ese momento, las sombras no jugarían en contra de algunos o de otros.
Todos ya tomaron posiciones en lugares estratégicos, sólo esperaban a una indicación o a cualquier movimiento o sonido que pudieran derramar la adrenalina que emanaba de sus cuerpos, listos todos ellos para apretar el gatillo en cualquier momento.
Un minuto...
Dos minutos...
Tres minutos...
Todos ellos parecían eternos, la respiración estaba a nada de contenerse y los odios se pusieron a tope de sus capacidades, en busca de cualquier ruido que pudiera indicar la posición de los contrarios.
Torres estaba junto a Escamilla detrás de una pared, sentado en el suelo con la espalda recargada en los restos de lo que antes era una pared, un pequeño movimiento en falso de su pie provocó que un pedazo de loza se moviera de su lugar, chocando repetidas veces contra el suelo, soltando un sonido pequeño, que por culpa del desolado lugar sonó como un estrepitoso estruendo, delatando la posición del Teniente mexicano.
一¡Cegadora...! 一Gritó uno de los mercenarios.
La granada táctica cayó cerca de la posición del Capitán Martínez y el Teniente McDuglas, que se quedaron aturdidos por la conmoción de la explosión. Tras eso los disparos se desataron.
一¡A discreción! 一Fue la indicación que Stand, que se encontraba al frente del pelotón, soltó para repeler la agresión.
Los tiros fueron en diferentes direcciones, no con mucha puntería, pues la intención era más que nada disuadir a los agresores para obligarlos a rendirse; por desgracia, los esfuerzos para eso eran en vano. Los mercenarios tenían un solo objetivo en mente: Recuperar a su fugitivo. Mientras los cegados Sergio y Andrew se tiraban al suelo para no perderse por la conmoción de la explosión.
一¡Escamilla, Torres! 一Gritó el Subteniente Stand一. Cubranme
Con eso dicho, los dos tenientes mexicanos comenzaron a disparar con dirección a los atacantes; mientras eso sucedía, John se dirigió al otro extremo de la posición de los superiores, con la intención de apoyarlos en ese flanco, y no sean atacados por el enemigo mientras se encontraban indefensos.
一¡Amelia! 一El Subteniente seguía dando indicaciones a sus compañeros一. Mira detrás de ti.
La Mayor observó que a su espalda se encontraba una escalera que daba a la segunda planta del inmueble, a lo cual, apoyada aun por sus compañeros, se encaminó a la posición elevada, para así ser más efectiva con su fusil de precisión. Ya colocada, y sin que alguno de los mercenarios enemigos pudiera detectarla en sus movimientos, tomó una mesa y postró su rifle de precisión para poder tener estabilidad en sus tiros.
Con los enemigos identificados, la Mayor Rodrígues detonó su primer disparo. No dio directo en un rival, pues su intención no era el de eliminarlos, solo ahuyentarlos del lugar para salir sin preocupaciones. Para su desgracia, dicha provocación solo logró que los mercenarios apuntaran sus armas a ella, sin repercusiones, pero al cabo de unos minutos el barullo provocado por el detonar de las armas se detuvo en seco, para que luego Amelia viera como el pelotón de soldados de empresa se dispersaran a posiciones donde nadie los estaba viendo. Algo que debía alarmar a los militares.
El alboroto se disipó poco a poco, lo que aprovecharon todos para estabilizarse y reunirse en donde se encontraba la tiradora selecta.
一Eso estuvo cerca 一dijo Stand con un atisbo de risa.
一¿Qué pasó? 一Los superiores preguntaron, Primero el Capitán mexicano, en español, y luego el Teniente americano en su natural inglés.
一Nos arrojaron una cegadora y dispararon contra nosotros. Pero logramos repelerlos 一contestó el Teniente Torres.
一De acuerdo... 一Decía el Teniente McDuglas, aun con un poco de aturdimiento expresado en su hablar, pero fingiendo no estarlo一. Debemos salir de aquí. Vayamos por el objetivo.
Así fue como, en formación de hilera, se dirigieron al cuarto donde estaba encerrado Rodrigo Chávez, para llevarlo de nuevo al Jeep y salir de la zona lo antes posible.
Apenas abierta la puerta, escucharon sonidos de pisadas acercándose rápidamente, por lo cual se apresuraron a resguardar a El Fino. Lástima que esa sería una decisión muy lamentable.
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El Cartel de las Dunas
ActionTras los atentados en contra del Presidente de la nación, los agentes del CISEN deciden realizar maniobras extremas para capturar al responsable o responsables de dicho ataque contra el comandante supremo. Como una medida, deciden agrupar a cuatro m...