Capítulo XII: El Combate (Parte I)

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Lunes 23 de mayo de 20XX; Kandahar, Afganistán.

Para la suerte de los seis soldados que se encontraban dentro de la Jeep, este no se volcó, lo cual desde un principio es un alivio, no obstante ese es el único resquicio de buena suerte que pueden presumir, pues los siguientes movimientos son cruciales para la intervención, por lo cual actuar rápido era primordial. Con movimientos veloces todos salieron por el lado del vehículo que no fue dañado y apuntando con sus armas, en el caso de Amelia un subfusil UMP45 para tener un arma para enfrentamiento directo, se posicionaron a cubierto para evitar un daño en caso de que los del grupo militar privado decidiera disparar a mansalva contra ellos.

Con la preocupación de los superiores al frente de sus dirigidos, esperaron pacientemente a cualquier movimiento que se presentara por parte de los que traen consigo al prófugo de la justicia mexicana. No solo era importante tomarlo en custodia, era igual de importante conocer los motivos por lo cual lo tenían bajo su custodia. Estaban preparados para lo que se viniera, pues los diferentes flancos por donde pudiera acceder un enemigo en aquel lugar, por lo cual deben estar al pendiente de TODA EL ÁREA. Sin excepción.

Pasados ya varios minutos, los que estaban dentro de los vehículos negros desendieron para estar frente a quienes les apuntaban con las armas. No dijeron nada, pero los ojos de los mercenarios indicaba que no estaban dispuestos a tolerar agresiones; si bien estaban empuñando sus armas que colgaban sobre sus abdómenes, pero no apuntaban con ellos, pues sería imprudente en esos momentos. Detrás de los pasamontañas, algunas de cara completa, otras solo cubriendo la parte inferior del rostro, los ojos con ojera muy pronunciadas no dejaban de incrustarse en los soldados.

Solo descendieron ocho personas, cuatro de cada vehículo, todos con sus uniformes negros, característicos de su empresa; en las Grand Wagoneer modificadas solo quedaron dos individuos, uno en cada cabina, por lo cual se dedujo que uno de ellos, forzosamente, es El Fino, a lo cual el Capitán Martínez no dejaba de clavar su vista en ambos, alternando los ojos cada segundo, intentando identificarlo detrás de los vidrios polarizados.

一¡Identifíquese! 一Inquirió el Teniente McDuglas, aun con su rifle apuntando al conductor de la camioneta que los impactó.

Sin respuesta.

一¡Ejército de los Estados Unidos! ¡Identifíquese! 一Seguía exclamando para imponer su autoridad, pero aun sin obtener respuesta.

El viento desértico era lo único que hacía ruido. Esto erizaba la piel de todos.

El conductor que fue detenido por el brusco impacto, metió su mano en uno de los bolsillos de su chaleco antibalas, lo cual ameritó que los superiores de la Fuerza de Combate combinada lo apuntara con sus armas.

一¡No se mueva! 一Ese fue Sergio gritando casi con voz ronca, pero firme.

El militar por paga levantó su mano izquierda, que tenía libre, y fue levantando de forma lenta la que estaba sacando algo de su bolsillo. a primera vista era un celular, el cual empezó a sonar; con un ademan de manos y ojos, el que estaba siendo apuntado le indicó a los soldados que lo tomaran, por lo cual, el Capitán y el Teniente caminaron cautelosamente a su posición, siendo el americano cubierto por el mexicano, con la mirada de sorpresa por parte de los otros cuatro militares, que estaban al pendiente de todo movimiento, por mínimo que este fuera; Sergio aprovechó ese momento para averiguar en cuál camioneta se encontraba su objetivo, sin obtener algo certero. Ya con el teléfono móvil en su posesión, regresaron a su posición a cubierto; el celular continuaba sonando, por lo cual Andrew decidió contestar.

一¿Diga?

一¿Qué fue lo que le ordené? Soldado. 一La voz detrás del intercomunicador lo dejó pasmado, pues no pensaba que él se encontraría del otro lado de la línea.

El Cartel de las DunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora