Capítulo X: El seguimiento

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Lunes 23 de mayo de 20XX; Kandahar, Afganistán.

一La información dada por Hasamil resultó ser verdadera 一comentaba el Comandante del destacamento mientras señalaba en un mapa topográfico presentado en una pantalla la ubicación que les proporcionó quien ya no vive más一. La zona está algo abandonada, pero hay un pequeño complejo de almacenes.

一¿Algún tipo de actividad en ellos? 一Preguntó McDuglas señalando al área que indicaba su superior.

一Un dron de vigilancia sobrevoló el área, tomando estás imágenes 一cambiando las vista de la pantalla a algunas de las fotografías del lugar, en donde se notaban algunas personas merodeando el lugar一; parecen pocos, pero sospechamos que hay más de cien personas en las instalaciones. No sabemos el por qué de esas instalaciones, pero creemos que es un complejo de entrenamiento paramilitar para el Talibán.

一Básicamente sería como enfrentarnos a un ejército si entramos a ese lugar 一comentó Torres.

一Entonces, ¿qué hacemos para atrapar a nuestro hombre? 一Preguntó Martínez.

一Simple, esperar 一Stand dijo eso mientras esbozaba una extraña sonrisa en el rostro一. Nos quedamos postrados en un punto alto y solo vemos si sale de los almacenes. No es tán difícil.

一Eso suena muy tardado 一dijo Escamilla.

一¿Tienes alguna mejor idea? 一le comentó Rodríguez para hacerle comprender la situación.

一¿Cómo llegamos a ese lugar, Comandante? 一Preguntó el Capitán para comenzar a planear la inserción.

Durante toda esa hora se planeó como ingresar a la zona sin ser detectados por los hombres que pudieran estar custodiando; no sería tarea fácil, pues las condiciones climáticas, el temor a ser descubiertos y el poco conocimiento práctico sobre la situación serían la prueba más dura de toda esa misión, pero retroceder no era una opción, y menos cuando el tiempo no apremiaba a las circunstancias, por lo cual planificar a detalle era vital para esa parte de la misión.

***

Buena suerte, chicos.

Esas fueron las palabras que muchos de sus compañeros les dijeron antes de salir del hangar para enfilarse a la misión de vigilancia que les preparaba. Subidos en una Jeep exclusiva del ejército, la cual los dejó a metros de distancia de su posición de vigilancia, al cual tuvieron que llegar caminando bajo el sol cenital de la tarde afgana, que no tenía clemencia por los pobres incautos que se atrevieran a posarse bajo él.

Acompañados con termos llenos de agua, los paliacates mojados en sudor, y el armamento pesado, los seis hombres procedieron a posarse en un pequeño requejo donde podían estar en sombra para vigilar la zona donde, según la información obtenida a base de métodos poco ortodoxos. La posición elevada en uno de los barrancos que daba a la parte frontal del complejo de lo que antes eran almacenes era propicio para vigilar sin ser descubiertos; si a eso se le añade el uniforme de arena pixelado y el hecho de que todos tenían entrenamiento para el camuflaje en zonas poco convencionales, se presupuestaba una jornada tranquila, sin sobresaltos que exigieran el movimiento de la tropa para repeler o generar un ataque.

Los que tenían la tarea de vigilar con binoculares los movimientos del complejo, así como estudiar su infraestructura en caso de que se ocupase eran, en primer lugar, la Mayor Amelia Rodríguez, pues su entrenamiento como francotirador le convertía en la mejor opción para el reconocimiento del área, algo que se agradece por el resto de elementos, salvo uno; el otro en estar en tareas de vigilancia era el subteniente Jhon Stand, pues al igual que la mexicana, él también tenía entrenamiento como tirador de precisión, un dúo donde la mujer tenía la labor de disparar en caso de ser necesario, mientras que el hombre estaba dispuesto en realizar los cálculos para los disparos.

El Cartel de las DunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora