Las noches primaverales en Francia siempre eran de las más cómodas, cálidas pero frescas, tranquilas en su totalidad, perfectas para descansar en paz o para tener un romance nocturno.
Pero para Sanji está estaba siendo la noche más infernal de todas.
Su estómago rugía de hambre, tenía mucha hambre, tanta que no lo dejaba dormir, moviéndose de un lado para el otro tratando de encontrar la posición perfecta para poder conciliar el sueño.
Esto era algo estúpido si lo pensaba bien, el era cocinero podía levantarse e ir a la cocina y preparar lo que le viniese en ganas, aunque esa no es la razón de porque no a saciado su necesidad.
La razón más específica era lo que quería, algo específico y moría de vergüenza siempre que lo pensaba.
A él no se le había ocurrido mejor idea que querer comer onigiris y no unos simples onigiris echos por el, no, el quería unos echos por las manos de su padre.
Para Sanji la comida de su padre siempre iba a ser mejor que la suya, siempre le supo mejor aunque nunca lo hubiera admitido abiertamente, a él le encantaba que su padre se tomará la molestia de cocinar para el, eso ya no pasaba tan seguido.
Cuando Sanji llegó al restauran de muy pequeño mendigando por algo de comer, fue Jeff quien personalmente lo sentó en una silla y le mostró como cocinaba su comida.
En su adolescencia Sanji normalmente preparaba para el su desayuno y su almuerzo pero para la hora de la cena el simplemente se sentaba frente a la cocina y miraba en silencio como Jeff cocinaba.
Desde esos momento Sanji había gozado de ver y aprender de la cocina de Jeff, pero eso ya no pasaba muy a menudo desde que Sanji se casó y se fue de casa.
Por eso mismo Sanji ahora estaba lamentándose en su cama el no poder comer lo que quería.
Sanji siempre había sido un hijo irremediablemente ejemplar desde que Jeff lo adoptó, nunca le gustó pedirle algo a este, eso hacia que Sanji se sintiera como una molestia para los demás y el siempre intento evitar esto.
Claro que tuvo sus problemas como cualquier adolecentes pero la mayoría de las veces intentaba resolverlos solo.
Ahora no sabía que hacer, la idea de levantarse y comer algo más no lo llamaba pero era su única opción si quería saciar su hambre.
Con mucha pereza se levantó lentamente de la cama, miro por la ventana abierta de su cuarto hacia la ciudad tranquila, no es como si tuviera una bonita vista.
Estaba seguro que en algún tiempo terminaría regalando un par de cortinas al anciano que vive al otro lado le calle ya que desde su ventana se podía ver perfectamente su sala y no ayudaba verlo de vez en cuando pasearse desnudo en la comodidad de su casa.
Sacudió su cabeza en busca de borrar esa imagen mental, salió por la puerta de su cuarto con dirección a la cocina.
Ya estando ahí, reviso cada gabinete, cada cajón, cada espacios disponible en la heladera buscando aunque sea una mínima migaja de algo que le llenase el apetito, pero aunque allá pasado por miles de opciones no quería nada.
Miro desde la cocina la puerta de la habitación del viejo, camino lentamente hacia ella hasta estar al frente, puso la mano en la perilla y se quedó inmóvil.
De verdad quería abrir la puerta y pedirle a su padre que cocinara para el pero la vergüenza, la pena y más que nada los pensamientos de Sanji se lo impedía.
Pensamientos infundados y estúpidos que no hacían más que manipular al rubio.
Y si su padre comenzaba a verlo una molestia, o talvez lo mandaría a la mierda, o se sentiría decepcionado de él por no poder cocinar para si mismo, y si...
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Tres Vidas Para Un Cocinero Y Un Espadachín (ZoSan)
Humor__ Las nuevas etapas que se alzan en la vida nos hacen comprender y pasar retos que no creerías posibles. Zoro y Sanji están a punto de entender eso, mientras luchas con las nuevas vidas que se suman a su perfecto matrimonio. Es una pena que las cos...