Llanto

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Sanji abre sus párpados aún con cierta pesadez, se siente cansado y los ojos le arden de tanto haber llorado, su espalda baja le duele mientras trata de acomodarse en la cama.

Mira a la única ventana de la habitación, la oscuridad de la noche lo envuelve suavemente, su cabeza repasa las últimas horas de su vida, su parto... aún no lo podía creer pero de pasar a llevar a sus bebés en su vientre ahora, saber que por fin los tenía, los veía, los tocaba, era tan satisfactorio el haber termina así.

Giro su rostro hacia donde se supone estaban sus bebés y lo que vio fue un golpe muy duro a su corazón.

Zoro cargaba a dos de sus hijos en sus brazos, los mecía y tarareaba en voz baja una melodia familiar, los niños gimoteaban con pequeñas lagrimas en sus ojos, tal vez habían estado llorando y el no los habia escuchado.

Veía al moreno parado frente a los cuneros sonriendo con un cariño que le parecía no haber visto nunca, a veces pasaba su nariz por el cabello de sus hijos y olfateaba.

Sanji abre la boca para decir algo, pero la voz melódica de su esposo lo detiene.

Una canción.

El Sake de Binks.

Zoro cantaba cada estrofa lentamente, su voz gruesa siempre había sido la de un cantante talentoso aunque a el no le gustara mostrarlo.

Lo escucha durante toda la canción, entretenido en como su voz calma totalmente a sus bebés asta tenerlos dormidos en sus brazos.

Para la mitad de la canción Zoro para gradualmente con tarareos, se agacha a dejar a uno de sus bebés en los cuneros quedándose solo con la niña.

Zoro acerca la niña asta que su nariz toca la pequeña mejilla, la bebe se remueve pero no se aleja, se pega más buscando el calor de su progenitor.

El moreno se rie tersamente, pega un beso en la frente de la niña y luego la deja suavemente en la cuna.

Se encarga de tapar a cada bebé para evitar que pasen frío y los mira un rato más antes de suspirar.

Se gira hacia Sanji, este lo mira con una sonrisa brillante y lágrimas en los ojos.

__ te amo__ pronuncia el rubio casi tembloroso.

Zoro se inclina sobre Sanji, sus manos vuelven a limpiar las lágrimas de su marido por enesima vez está noche y lo besa para reconfortarlo asta que este se calme.

.

Sanji tarareaba alegre por la habitación, sus pasos iban y venían mientras arreglaba la maleta para volver a casa.

Zoro estaba acostado en la que sería su camilla cargando a sus bebés sobre su pecho.

Dormían tranquilos, mientras el arreglaba todo.

Mentalmente reorganiza una lista de cosas que necesitarían para los próximos días, otra bolsa de apósitos para el, y otra bolsa de pañales mas pequeños, ya que los que habían traído eran demaciado grandes para sus bebés.

De un momento a otro el doctor entra a la habitación, saluda a Sanji y se dirige directamente a sus bebés, los miras de lejos.

Zoro abre parcialmente su único ojo bueno, usa uno de sus brazos para cubrir a sus bebés y gruñe adormilado una advertencia.

Sanji suspira, mece su cabeza de forma negatiba, resignado al comportamiento bestial de su marido.

El doctor se rie pero mantiene un espacio seguro entre el tigre y sus crías.

Tres Vidas Para Un Cocinero Y Un Espadachín (ZoSan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora