122 d. C; AEMMA ARRYN

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AEMMA ARRYN

La fortaleza estaba sumida en un silencio total, los pasos de los sirvientes resonaban por los pasillos y muchos sentían nostalgia al no escuchar las voces de los príncipes llenar el silencio. En el pasillo fuera de la sala del trono varios sirvientes se detenían para mirar hacia el interior y poder ver a la mujer sentada en el trono de hierro con una corona de oro puro en su cabeza. La imagen sola era suficiente para hacer a cualquiera doblar la rodilla y jurar lealtad. Aemma Arryn en definitiva era el significado de lo que era ser una Reina.

Aemma estaba sentada en el trono, con la espalda recta, pero con una mirada llena de bondad que sólo dirigía a su pueblo y su familia. El vestido azul cielo que tenía puesto daba la ilusión de que un pedazo del mismo cielo había caído frente a ellos, y su cabello siendo sostenido por su corona de oro le hacía ver como una diosa. Más de uno se sonrojó al chocar su mirada con la de la Reina.

Ya habían pasado tres días desde que la Reina tomó el trono en nombre de su esposo y desde entonces decidió que escucharía los problemas de su pueblo. Los sirvientes suspiraron con tristeza al escuchar eso porque ellos sabían que lo hacía para distraerse y no pensar en sus hijos que estaban lejos de casa. La única persona a su lado era Lyonel Strong que cumplía como Mano del Rey y se encargaba de hacer que todo se diera sin inconvenientes. El hombre miraba de vez en cuando a la Reina y algunas cuantas sonreía al ver que ella se mostraba satisfecha con los arreglos.

—¡El Príncipe Daemon Targaryen, futuro Príncipe Consorte!—el guardía cerca de la puerta anunció.

Aemma apartó la mirada de la mujer frente al torno y la llevó hacia las puertas, una sonrisa grande apareciendo en su rostro al ver a Daemon. El príncipe entró con su típica sonrisa y ni siquiera miró a las personas que lo miraban con admiración. Sus ojos solo estaban puestos sobre su prima favorita.

—Majestad—Daemon se detuvo frente al trono e hizo una reverencia—, espera poder tener una audiencia con usted.

La peliblanca se levantó del trono y descendió las escaleras tomada de la mano de sir Harrold. Cuando alcanzó el final de las escaleras fue Daemon quien tomó su mano.

—Lord Lyonel, asegúrese que el hijo de esta mujer reciba las medicinas que necesite—Aemma miró al hombre que asintió de inmediato—. Mysaria escuchará el resto de las peticiones y me hará llegar las más urgentes.

Mysaria apareció desde la derecha, vestida de un azul similar al que la Reina usaba y asintió. Con el asunto resuelto Daemon y Aemma abandonaron la habitación seguidos de los dos capas blancas que cuidaban de la Reina en ausencia del Rey. A medida que cruzaban la sala para salir todos reverenciaban a la mujer que en susurros llamaban la Reina buena. No fue hasta que salieron de la sala que Daemon habló por fin.

—Te ves mejor que mi hermano en el trono, la gente te aprecia.

—Ya lo sé—Aemma sonrió apretando la mano de Daemon—, Viserys no deja de repetirlo.

Daemon soltó la mano de su prima y le ofreció su brazo que ella tomó sin dudarlo. El dúo de primos caminó en silencio por los pasillos, con dirección al jardín de la Reina donde los esperaba una mesa con dulces y vino. El sol estaba brillando con intensidad en el cielo cuando salieron al jardín, todo parecía normal, pero entonces Daemon captó movimiento a su derecha. El príncipe detuvo sus pasos y levantó una ceja al ver lo que estaba del otro lado del jardín. Donde antes había árboles y flores, ahora no había nada, solo la enorme figura de Silverwing durmiendo y lo que parecía ser los restos de una oveja.

—¿Desde cuándo el jardín se convirtió en una fosa de dragones?

—Desde hace unas semanas—Aemma miró a su dragona que aún dormía profundamente—, cuando estaba enferma Silverwing no dejaba de volar sobre la fortaleza así que Viserys ordenó habilitar una parte del jardín para que pudiera verla.

dear mother. (house of the dragon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora