Epílogo

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Llegué a mi casa, no era algo que me aliviará, era todo lo contrario. Lo único bueno era que vería a mis hijos.

Entre y fui recibido por el mayordomo, al cual salude con un movimiento de cabeza.

—¡Papi! —chilló mi hijo corriendo hacia mí.

—Walls, campeón—dije abriendo mis brazos para cargarlo. —¿Por qué estás aquí? —le pregunté mientras lo ponía de vuelta en el piso.

Walls era mi primogénito, tenía seis años. Había salido igual a su madre, su cabello era castaño oscuro y tenía ojos cafés.

—Estaba con la niñera—suspiró. —Pero me aburre mucho y quise venir, además no pone juegos entretenidos, solo carga a Delia.

Delia era mi segunda hija, tenía tres años. Ella también era igual a su madre y hermano, por lo tanto también tenía su cabello de un castaño oscuro y ojos cafés.

—Entiendo, pero no debes irte de su lado o se preocupará.

—Si es como mamá, no creo que lo haga.

Aún siendo muy pequeño era muy inteligente y se percataba de las cosas que sucedían a su alrededor.

Para mí no era sorpresa que dijera eso de su madre. Mi esposa no era conocida debido al gran cariño que siente por mis hijos, o más bien nuestros hijos. El único gran  acercamiento que ha tenido con ellos fue cuando los llevó en su vientre, ahora todo el tiempo los deja con su niñera, mientras menos tiempo pase con ellos mejor.

—¿Por qué lo dices? —pregunto como si no supiera la razón.

—Nunca esta con nosotros, prefiere estar con sus amigas en los clubes y a mi y a mi hermanita no nos quiere, papá—dice con los ojos llorosos. —Abuelita Ann dice que por supuesto que nos quiere pero que no sabe como demostrarlo.

Yo asiento aunque dude de lo dicho por la duquesa Montgommery. Cuando quieres a alguien no lo dañas, es algo que aprendí con el paso del tiempo.

Cargo a mi hijo nuevamente entre mis brazos mientras le acarició su cabello.

—Abuela Ann tiene razón, hijo—Mamá te quiere pero no sabe cómo demostrarlo.

Walls se limpia sus ojitos y me sonríe.

—Yo si la quiero mucho—Pero también te quiero mucho a ti, papi.

Le doy un beso en su cabecita.

—Yo te amo, hijo mío—Ahora vamos por tu hermana, ¿si?

El asintió y nos dirigimos hacia el jardín donde se encontraba la niñera con Delia entre sus brazos.

—Señor—hizo una reverencia. —Estaba por buscar al niño Walls, pero la niña Delia comenzó a llorar y no podía dejarla así.

—No te preocupes, puedes irte a tomar un descanso—Me quedaré con ellos.

La niñera asintió y le entregó en sus brazos a Delia.

Tenía a sus hijos en cada brazo. Delia se tranquilizó de inmediato ante la cercanía de su padre.

—Hijos míos—dijo detallandolos. —No saben cuanto me hubiera gustado poderles dar una vida mejor a ésta, tal vez no lo entiendan ahora, pero ustedes merecían más—dijo con lágrimas en los ojos.

Y era verdad lo que decía, él hubiera querido darles algo mejor. No en cuestiones monetarias, ya que lo tenían todo respecto a eso. El se refería acerca del amor, sus hijos no tenían nada de eso, no tenían amor verdadero.

El estaba bastante arrepentido de la decisión que tomó o más bien de la que no tomó, años antes.

Pero si las cosas hubieran sido diferentes ni Walls ni Delia estarían con él y era lo único bueno que tenía en su vida.

The Other Woman | Benedict Bridgerton Donde viven las historias. Descúbrelo ahora