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Los Kamado

Si nunca hubieras perdido la memoria quizás te hubieras planteado lo que habías hecho, aunque podría ser muy seguro que no te retractarías de estar junto a él

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Si nunca hubieras perdido la memoria quizás te hubieras planteado lo que habías hecho, aunque podría ser muy seguro que no te retractarías de estar junto a él.

No supiste cuanto tiempo había pasado, quizás unas cuantas horas desde aquel único momento entre tú y Yoriichi, donde nadie los había molestado y donde habías decidido dejar todo atrás.

No negaste que te sentiste mal, tu corazón se apretó al imaginar lo que tu padre o hermanos iban a sentir cuando supieran que ya no estabas en casa, que te habías marchado y no sabían a dónde.

Pero te preguntabas por qué debías aceptar a fuerzas el destino que escogió tu padre para ti, uno en donde deberías estar con un hombre que no conoces y que todo es arreglado.

No parecía gustarte ese tipo de cosas ya que con Yoriichi era un cuento diferente, estar con él era simplemente único y tranquilo para ti, te gustaba sentirte así.

El sol poco a poco comenzaba a bajar y quizás en unos momentos más se escondería entre las montañas para dar paso a la noche. Eso lo podían mirar tus ojos al llevar tu mirada hacia arriba y después la desviabas al sendero detrás suyo, ya estaban muy lejos de tu hogar en este punto.

Cerraste los ojos un momento mientras volvías a mirar a tu enfrente, tus brazos rodeaban el cuello de Yoriichi sin mucha fuerza al encontrarte en su espalda mientras te cargaba, teniendo cuidado al momento de sujetarte de los muslos. Desde hace un rato miró que comenzabas a cansarte de su largo recorrido y había sugerido llevarte de esa manera, no le molestaba y él no estaba cansado, de hecho, parecía que no iba a estarlo.

Apoyaste tu mentón en su hombro, escuchando el sonido de las hojas de los árboles a su alrededor mientras estaban en silencio, algo muy tranquilo que te hizo suspirar.

—Yoriichi... —murmuraste segundos después y en un tono bajo, ya que por la cercanía entre ustedes no había necesidad de hablar tan fuerte. Tomaste su atención a pesar de seguir caminando sin rumbo por ahora y abriste los ojos para verlo—, ¿Qué fue eso?...

—¿Qué cosa? —no comprendió a lo que te referías.

—Lo que hiciste hace rato... —desviaste la mirada al sentir como en tu estómago apreció un revoloteo extraño, como si de unas mariposas se trataran, pues recordaste el contacto que tuvieron sus labios horas atrás.

Aún podías sentir el cosquilleo en tus labios, uno que te ponía nerviosa de solo recordarlo por una extraña razón, al parecer a tu cuerpo le había gustado a pesar de que no supieras exactamente lo que había hecho, en todo momento y hasta ahora te persiguió ese pensamiento.

Él entendió a lo que te referías después de haberte escuchado, para ya no mostrar confusión y poder observar el tenue rubor en tus mejillas, algo que se le hizo tierno.

AMNESIA || Yoriichi Tsugikuni Donde viven las historias. Descúbrelo ahora