CAP 5

435 70 48
                                    

ROM:

Hay recuerdos que duelen. Y Jero siempre será mi recuerdo. O al menos eso creía hasta hace unas horas. Nuestro encuentro para nada fue cómo me lo había imaginado tantas veces mientras soñaba despierta. Fue totalmente incómodo, raro, tenso, simplemente extraño. En un mundo diferente, yo habría sido simpática y risueña, y él se hubiera mostrado atento y encantador. Pero, por desgracia, las cosas no pasan como yo quería.

¿Y qué rayos estoy haciendo aquí? ¿Encerrada en el mismo coche que Jerónimo? No tengo ni idea. Su mirada fría como el hielo, me demuestra claramente que no está nada contento de que yo esté aquí. Pues creo que ya somos dos. Él suelta un gruñido al arrancar el motor y sé que es mi momento para irme, poder leer por un rato, sino es que toda la noche y tratar de dormir una hora o dos. Sí definitivamente sería mi noche ideal.

—Me pueden dejar en mi casa por favor, no tengo ánimo de ir a dónde sea que vayan. —digo con la intención de que gire de media vuelta por la calle.

—¿Y arriesgarme a que mi abuela se entere? No, te aguantas Rom, vas con nosotros. —dando por terminada la corta conversación.

Al instante busco a Carlos con la mirada para que me ayude, y él solamente se encoge de hombros.

—Lo siento, Rom, mi hermano tiene razón. Puede que tenga casi veinticinco años, pero le sigo haciendo caso a la abuela. ¡Prepárate para la mejor bienvenida!

Luego se gira hacia Jero: —No se te olvide que vamos a recoger a Ale. —me cuenta que ella es su novia y me asegura que nos llevaremos muy bien. Y eso espero porque honestamente, creo que necesito una amiga.

En el auto el silencio es extremadamente incómodo y pesado, pues no tenemos absolutamente nada en común. Tengo que soportar cómo Jero habla con su hermano y cómo a mí prácticamente me ignora a excepción de las cuantas miradas que me lanza; y no sé por qué, pero de repente estoy cabreada de que no quiera platicarme. Se estaciona enfrente de unos departamentos, de los cuales sale una chica peinada con una coleta alta y me gusta el tono de su cabello, ya que es una mezcla entre pelirrojo y negro. Ella trae unos shorts pequeñísimos y un top del que se transparentaba el sujetador de encaje.

—¡Hola, linda! —me da un abrazo como si llevara toda una vida conociéndome.

La novia de Carlos ha ido informándome de todo lo que pudo y más durante los veinte minutos que hacemos de camino y al llegar me impresiona que desde el coche ya puedo sentir como si la cabeza me retumbará de lo fuerte que está la música. Ale se acomoda el cabello sobre los hombros.

—Vamos, te la pasarás bomba con mi compañía, linda. —asegura jalándome hacia el interior de la casa.

¿Todas las fiestas a las que van son así? Porque es una completa locura. Hay barriles de cerveza repartidos por todo el patio delantero y en los cuales un montón de chicas y chicos se gritan animándose entre sí a beber más y más. No puedo evitar poner cara de asco al ver como una pareja se estaba enrollando en una de las paredes delanteras de la entrada, sin importarles quién podía pasar por ahí. Observo cómo un montón de personas nos reciben dando saltos, cantando y bailando al ritmo de la música electrónica. Según lo que me han dicho, todas las mezclas de música las había organizado Pablo, quien era parte de nuestro viejo grupo de amigos. En un momento me confesó en secreto que quién había sido mi confidente se había mudado durante un tiempo con él, no quiso entrar en más detalles, pero algo me decía que tal vez la razón no había sido algo bueno.

No sé si me lo imagino o si en verdad está pasando, pero siento como la mayoría se acerca hacia nosotros o más bien a Jerónimo, quien está detrás de mí. Sin poder evitarlo, me sobresalto cuando alguien coloca una mano sobre mi espalda baja, asustada me doy media vuelta y cuando me encuentro con él me siento un poco menos inquieta.

Los secretos que escondemosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora