ROM:
Creo que Jero y yo ya entendimos que al aferrarnos a algo que ya no existe, no íbamos a llegar a ningún lado. Y hoy al fin puedo confirmar que tengo a mi mejor amigo de regreso. Las risas y gritos llenos de alegría que llenaban el silencio mientras actuábamos como si fuéramos niños otra vez en la playa, divirtiéndonos sin que nos importará lo infantil y bobo que nos podríamos ver porque fue realmente divertido.
Para la hora en la que llamamos una tregua y estamos fuera del mar, tengo tanta hambre que me ruge la panza. Pero hay algo que me está llamando, pues cuando veníamos hacia acá, vi que había una pequeña exposición y venta de libros. Al parecer, era un evento pequeño que se organizaba para atraer a los turistas e impulsar la lectura.
—Vamos a pasear por allá. —sugiero señalando hacia dónde se alcanza a observar la multitud de personas.
—No. —responde Jero a lo que lo observo extrañada.
—¿Acaso tienes algo en contra de la lectura?
—No.
Creo que ahora sólo habla con monosílabos.
—Entonces, ¿quieres ir por un helado? —y cuando veo que me vuelve a negar con la cabeza, ya no sé qué es lo que le ocurre.
—Jero, explícame ¿quién es el amargado ahora? —bromeo y cuando sus hombros tiemblan con una risa ronca me siento más ligera.
Él me toma por la mano para detenerme antes de que siga insistiendo.
—Primero vamos a almorzar y luego hacemos todo lo que quieras, trenzas. —le doy una sonrisa al saber que no se opone a mis ideas.
Decidimos no ir en el automóvil para explorar por nosotros mismos. Lo miro agradecida de haber aparecido en mi casa por la mañana y sacarme un rato, de estar aquí con él. Nos sentamos en una pequeña cafetería con vistas a la playa y nos pedimos dos sándwiches con papas y unos refrescos. Cuando llega la comida, compruebo que llevamos unos cuarenta minutos aquí sentados hablando sin pasar por ningún momento incómodo ni con la desesperación de llenar el silencio. Al contrario, creo que hace tiempo no hablábamos cómo lo hemos estado haciendo, tan despreocupados y disfrutando de la compañía del otro.
—Sabes, allá en el agua pude confirmar una cosa.
—¿Qué? —le pregunto con curiosidad.
Agarra una papa y se la mete a la boca, haciéndome esperar su respuesta.
—No te había visto así, pero siempre supe que tenías un lado violento. —informa como si fuera el dato más interesante.
Pongo los ojos en blanco al escuchar su risa.
—Y lo usaré contigo si no dejas de subestimarme. —pongo los nudillos en posición de boxeo como si estuviera lista para atacarlo, lo que sólo lo hace reír más.
—Me encantaría ver cómo lo haces, trenzas. —dice mientras me lanza un guiño.
¿Acaso se le metió algo al ojo? ¿O verdaderamente acaba de guiñar? ¿Y a mí? ¿Eso que significa? Me aclaro la garganta e intento cambiar de tema,
—¿Ya nos podemos ir? —le pregunto para cambiar de tema.
Y luego de pagar la cuenta, nos encaminamos hacia el evento que hay cerca de la costa del mar. Las personas con las que nos cruzamos parecen tan tranquilos, tan curiosos enfocadas en los libros que posiblemente se comprarían, que es como si te contagiaran su vibra. Trago saliva al caer en la cuenta de que así es cómo yo me siento, con ganas de comerme el mundo, aprendiendo y plasmando a través de palabras...
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Los secretos que escondemos
RomansaRomina Rodríguez tiene prácticamente todo bajo control o al menos, eso es lo que cree... Pero, ¿todo seguirá igual después de regresar a ese lugar al que sigue anclada? ¿Su vida se tambaleará? ¿Qué sentirá al volver a verlo? Quien siempre ha cons...